lunes, 9 de marzo de 2015

Fuerza mayor

T.O: TURIST
DIR: RUBEN
ÖSTLUND
INT: JOHANNES BAH KUHNKE,
LISA LOVEN KONGSLI
SUECIA, 2014, 120'














 
Un nuevo episodio en la larga historia de la crisis de la masculinidad. Esta vez, se desarrolla en una estación de esquí en alguna parte de los Alpes franceses. Los protagonistas son una familia sueca: un matrimonio joven y sus dos hijos pequeños y rubios. Se alojan en un hotel de lujo, un entorno de superficies limpias y brillantes iluminado por una luz fluorescente blanquecina y difusa. Sonríen, aunque no demasiado. Desde cierta distancia parecen razonablemente felices, aunque no muy efusivos, a su estilo nórdico. Desde cierta distancia, porque el director Ruben Östlund no se acerca demasiado a sus personajes, no lo suficiente, por lo menos,  para que se nos revele su personalidad de manera distintiva. Contemplados de esa manera, como figuras diminutas serpenteando en sus esquís por el paisaje nevado, figuras que intercambian gestos y frases cotidianas en encuadres fijos y amplios, Tomas (Johannes Bah Kuhnke) y Ebba (Lisa Loven Kongsli) son simplemente el hombre y la mujer. Y todo les parece ir razonablemente bien


    Hasta que un incidente pone a prueba la fortaleza del vínculo familiar. La familia almuerza en una pintoresca terraza con impresionantes vistas a las cumbres nevadas cuando se desencadena una avalancha: Tomas confía en que todo esté controlado y se dedica a grabar con su iPhone, pero la avalancha no parece detenerse y amenaza con llevarse por delante la terraza. Entonces, Tomas sale corriendo de manera poco digna, dejando a su suerte al resto de su familia. La pantalla se cubre de polvo de nieve en unos segundos inciertos; cuando todo se disipa y vuelve la calma, queda claro que no ha sido más que un susto. Tomas vuelve a la mesa tratando de bromear sobre lo sucedido, pero tras su comportamiento la condición de paterfamilias ha quedado en entredicho: una profunda grieta parece haberse abierto en su masculinidad.

    A partir de aquí, la película deriva hacia la exploración de un trauma familiar, en el que Tomas se enfrenta al reconocimiento de su indignidad y Ebba a la posibilidad de la comprensión y el perdón. Östlund, a modo de contrapunto, alterna las evoluciones de sus personajes con una serie de momentos en los que se muestra el funcionamiento de la estación de esquí: los cañones que detonan las avalanchas para que siempre haya suficiente nieve en las pistas, los vehículos que aplanan la nieve, el intrincado mecanismo del telesilla. Son visiones de un paisaje majestuoso controlado, domado por la mano del hombre. Parece como si el fin último de la experiencia vacacional fuera eso mismo: sumergirse en un paisaje de escala desbordante en el que la insignificancia humana parece absoluta para luego afirmar el dominio sobre esa naturaleza mediante la tecnología y la experiencia. Aunque la familia protagonista descubrirá que ese dominio sobre la naturaleza quizá resulte más precario delo que parece.