sábado, 17 de marzo de 2012

Declaración de guerra

T.O: La guerre est déclarée
Dir: Valerie Donzelli
Int: Valerie Donzelli, Jeremie Elkaïm
Francia, 2011, 100'


Romeo (Jeremie Elkaïm) conoce a Julieta (Valerie Donzelli) en un pub: inmediatamente se besan y salen corriendo. Corren por calles y plazas, besándose y abrazándose en montaje frenético y algo naif. Se van a vivir juntos, tienen un hijo. No tiene mucha idea de qué hacer con él, como muchos padres novatos. El niño llora todo el rato, sus padres se preocupan por cualquier cosa que pueda ocurrirle. Su diligente pediatra, la doctora Prat, les indica la manera correcta de darle el biberón para que el niño se calme. Todo son pequeños problemas que a los confusos padres les parecen enormes, hasta que un día, la doctora pierde su sentido del humor al contemplar al pequeño. Los análisis confirman lo peor: Adán padece un tumor cerebral.

Esta es una película que surge de una experiencia real: Elkaïm y Donzelli tuvieron un hijo, Gabriel, que sufrió la misma enfermedad que el niño de la película: un tumor cerebral especialmente complicado, con pocas posibilidades de supervivencia. Gabriel sobrevivió y hoy está perfectamente curado, lo mismo le ocurre a su equivalente en la ficción. La película no convierte el desenlace de la enfermedad en ningún misterio, ya que comienza cuando Julieta acude con él, ya crecido, a una revisión de rutina. (El niño que vemos en la película es, en efecto, Gabriel, el hijo delos cineastas). De esta manera, la tentación del melodrama queda desactivada.

Si “Declaración de guerra” comienza de manera enérgica y lúdica, con un homenaje al amor juvenil, el tono no decae durante el resto de la película, a pesar de las malas noticias. Romeo y Julieta no tienen tiempo para desesperarse: hay que encontrar al mejor médico posible, informarse de los procedimientos, lograr que las familias de ambos sean una piña que arrope a todos en estos momentos tan difíciles. Donzelli lo rueda de manera enérgica y caprichosa, con una enorme cantidad de humor y música. La película se mueve por unos derroteros por los que uno nunca sabe que sorpresa deparará la próxima secuencia: un número musical, quizá, o algo de comedia física, como de cine mudo. Sin embargo, el sustrato emocional es profundamente auténtico, es una de esas películas en la que en cada plano se palpa que los responsables saben perfectamente de lo que están hablando.

Esta no es una película sobre la enfermedad sino sobre su superación, por ello está llena de energía e irradia optimismo. Sin embargo, no se olvida de los aspectos duros de la enfermedad, y del precio que se paga al afrontarla. Parece una de esas películas que hace unas décadas hacía Truffaut: una especie de comedia humana que sabe equilibrar adecuadamente el humor y el drama, que busca la espontaneidad y la inmediatez quizá a costa del acabado formal y a ciertos deslizamientos de tono.

domingo, 4 de marzo de 2012

Pop en el cine: Diez maneras de usar canciones en una película

Música pop y cine: durante muchos años fue una mezcla no demasiado bien vista. Para muchos, las canciones eran un atajo demasiado fácil a la hora de expresar determinados sentimientos, a veces una mera concesión a la comercialidad, apoyada en la popularidad del artista de turno. Pero el pop y el rock hace tiempo que forman parte de la vida de la gente, así que poco a poco han ido encontrando su lugar en las películas como algo más que mero acompañamiento. En esta entrada mostraremos algunos de los usos dramáticos más interesantes, desde ejemplos clásicos y conocidos por todos hasta alguno que otro quizá más sorprendente.

Antes del pop
1: "The Girl with the Pre-Fabricated Heart", de Libby Holman, en "Dreams That Money Can Buy", de Hans Richter (1947) (segmento dirigido por Ferdinand Leger)



"Dreams That Money Can Buy" es una cinta colectiva que el artista y ocasional director Hans Richter puso en marcha en 1947, reuniendo a varios artistas importantes de diversos movimientos de vanguardia. Hay episodios firmados por Man Ray, Marcel Duchamp, Alexander Calder o Max Ernst, entre otros. La aportación del francés Ferdinand Leger se apoya en una canción de Libby Holman, una cantante de vida bastante tormentosa, famosa por entonces. Narra la historia de Venus, la mujer perfecta, salida directamente de una linea de montaje, que conoce al hombre perfecto, tambien de fabricación industrial. Parece la historia de amor soñada, pero algo irá mal. Nuestra protagonista ve surgir la pasión dentro de su cuerpo, y teme que el calor que genera derrita el plástico del que está hecha.

Es sorprendente como un corto de vanguardia realizado en 1947 se asemeja tanto a un videoclip moderno, a uno de esos trabajos de Spike Jonze o Michel Gondry. La música se impone a la imagen, marcando sus ritmos; el montaje es sincopado, apropiado para los movimientos irregulares de los maniquies. Incluso el tono conceptual y el empleo de los maniquíes como personajes nos recuerdan a los videos que uno podía ver en la MTV hace unos diez años. Un ejemplo más de la permeabilidad de las influencias, de las tranferencias entre disciplinas creativas aparentemente alejadas.

2. Varias canciones, en "Voces distantes", de Terence Davies (1988)



Terence Davies ama su ciudad natal, Liverpool, pero odia a los Beatles. Algo fácil de entender con un simple vistazo a su filmografía. Davies está enamorado de otro tipo de música popular, una que desapareció de la memoria cuando el pop y el rock la sustituyeron en la educación sentimental. Eran esa clase de canciones que uno oía de sus padres o de sus mayores, y luego cantaba o tocaba en ceremonias públicas, a menudo acompañado. "Voces distantes" es la historia de una familia de clase obrera del Liverpool de los años cincuenta contada a través de las caciones que cantan sus personajes, espontaneamente o de manera más preparada, en ceremonias de todo tipo, como bodas, entierros o celebraciones religiosas. Son canciones que todo el mundo conoce, y cantarlas a coro es una manera de expresar sentimientos comunes, una manera de vincularse a una comunidad.

"Voces distantes" esta impregnada por la nostalgia de una época en que la música no era el privilegio de unos artistas a los que el público tiene que escuchar pasivamente, sino que estaba disponible como una forma de expresión a la que podía recurrir cualquiera en la vida cotidiana. Una música popular que estaba al alcance de cualquiera, que no tenía autores y que estaba lejos de conceptos que asociamos con la música popular de nuestra era, como el divismo o la fama.

La era pop

3. "Sounds of Silence", de Simon & Garfunkel, en "El graduado", de Mike Nicholls (1967)



El cine tardó bastante en emplear de manera habitual canciones en la banda sonora de una película. Durante algo más de una década, el pop y el rock se empleaban principalmente como música de ambiente: las canciones aparecían si los personajes se iban a bailar, por ejemplo o a un concierto, pero no tenían demasiado peso dramático. Esto cambió a finales de la década de los sesenta, cuando aparecen las primeras películas cuya banda sonora se apoyaba principalmente en canciones. "Easy Rider", por ejemplo, en 1968 o "Harold y Maude", de 1972, con su banda sonora formada por canciones de Cat Stevens. Estaban realizadas por cineastas más jóvenes que habían crecido con este tipo de música, incluso tenían algo de desafío generacional.

"El graduado", en 1967, forma tambien parte de esta tendencia, con su banda sonora firmada por el duo de folk Simon & Garfunkel. La secuencia de creditos que vemos aquí es un ejemplo clásico: la canción nos permite acceder al estado emocional del protagonista, por lo demás bastante inexpresivo, mientras sigue las órdenes que le dicta la megafonía al salir de un aeropuerto. ¿Qué emociones podriamos asociar al personaje sin escuchar la cancion? ¿Aburrimiento, monotonía, Jet-lag? En realidad, nada de eso, más bien algo parecido a una especie de angustia existencial ante la existencia moderna, ejemplificada en ese funcional y deshumanizado aeropuerto, que Paul Simon explica con su habitual tono de catequista lánguido: "Y la gente se inclinó y rezó, al Diós de neón que habían creado; y el signo hizo resplandecer su advertencia, en las palabras que lo formaban; y el signo decía: las palabras de los profetas estan escritas en las paredes del metro y en los recibidores de los edificios de apartamentos"

4: "Be my baby", de The Ronettes, en "Malas calles", de Martin Scorsese (1971)



Al principio parece algo familiar: una cancion que funciona como el detonante de los recuerdos, sobre todo de una juventud, o de una forma de madurar. "Be my baby" es una de las melodías más famosas de las que produjo Phil Spector, una canción inocente sobre el amor juvenil, o por lo menos por tal y como fue imaginado por una generación. Pero el empleo que hace Scorsese de ella la convierte en algo más oscuro: algo que percibimos al escuchar la manera en que el golpe sordo de percusión acompaña el modo en que Harvey Keitel, en una noche de insomnio, deja caer su cabeza sobre la almohada.

El contraste entre el mundo que presenta la canción y las malas calles del título, donde han crecido los protagonistas de la cinta cambia el significado de la canción, la convierte en algo oscuro, un anhelo imposible capaz de desembocar en la pesadilla. Es una amnera de mostrar la cara terrible de la inocencia: ese escalofrio que provoca cuando la vemos golpeada por la realidad. Desde que Scorsese empleó esta canción en "Malas calles" es casi imposible escuchar a las Ronettes de manera inocente. Luego descubririamos, casi sin sorpresa, que Phil Spector no era una persona feliz y que ya entonces le perseguian los fantasmas de la locura que acabarian convirtiendole en un asesino.

5."The End", de The Doors, en "Apocalypse Now", de Francis Coppola (1980)



The Doors fueron una de las bandas más escuchadas por los soldados que combatieron en Vietnam, junto con Jimi Hendrix y la Creedence, asi que su aparición en el inicio de "Apocalypse Now" es algo completamente lógico, por lo menos desde el punto de vista de la ambientación histórica. Pero la alambicada, excesiva y melodramática diatriba de Jim Morrison propone un estado de ánimo más que un referente temporal concreto.

Con sus delirios freudianos amplificados hacia la máxima expresividad, parece salir de la la propia mezcla de explosiones de napalm y sudor oscuro, sustancias que Coppola monta empleando unas sobreimpresiones que parecian presagiar una nueva forma de hacer cine, un cine que nunca llegó a hacerse. Acompañada de las imágenes de Coppola, "The End" ya no parece una fantasía ni un delirio, sino, extrañamente un informe, algo turbulento, sobre unos tiempos extraños y violentos.

6. "In Dreams", de Roy Orbison, en "Terciopelo azul" de David Lynch (1986)



"In dreams" es otra de esas canciones aparentemente inocentes que parecen ideales para extraerles un trasfondo oscuro. Aquí Lynch utiliza el recurso al playback para resaltar la discordancia entre la cancion y los personajes, entre sus promesas de felicidad y los anhelos más turbios que éstos experimentan. Durante algo más de un minuto la sincronía es perfecta, el mundo parece estar momentaneamente en orden. Pero basta que los labios de Dean Stockwell se despeguen de la voz de Roy Orbison para que la canción se desvanezca como un artificio imposible.

Lynch es un cineasta interesado en explorar la discordancia entre las promesas de felicidad que representa la musica pop y la imposibilidad de alcanzarlas. Una escena parecida sería la del club Silencio de "Mulholland Drive", en la que la voz de Rebekah del Rio consigue emocionarnos con su desgarro hasta que la cantante se desploma y la canción sigue sonando, evidenciando que todoera un artificio prefabricado. Es el conflicto entre la autenticidad de las emociones y su expresión, que siempre tendrá que ser, de alguna manera, artificial.

7. "Everybody Knows", de Leonard Cohen, en Exótica, de Atom Egoyan (1994)



Suena la voz de Leonard Cohen y sale a escena Cristina (Mia Kirshner) vestida de colegiala: es la mayor atracción del club de striptease Exótica. Algo así puede parecer bastante improbable, pero los clientes de ese club son típicos personajes de Egoyan: ateridos por el dolor, tratando de desvelar su misterio. Eric, el DJ que sigue enamorado de ella, a pesar de que la unica relación entre los dos actualmente son las presentaciones que él hace a su esectaculo, no disimula su fascinación. "¿Que le da a una colegiala su especial inocencia?" pregunta a su público cuando ella sale.

Y luego la música. No importa que una canción de Cohen sea especialmente inadecuada para cualquier propósito erótico, porque aquí se trata de otra cosa. "Todo el mundo sabe que los dados estan cargados; todos los tiran con los dedos cruzados; todo el mundo sabe que la guerra terminó, todo el mundo sabe que os buenos perdieron; todo el mundo sabe que el juego está amañado; el pobre sigue pobre, el rico se hace más rico; así es como va, todo el mundo lo sabe" Es una canción sobre la pérdida de la inocencia, lideal para tratar de descubrir el camino entre la colegiala que un día fue Cristina y el espectro que se mueve sobre el escenario, entre el amor que sintió Eric y una serie de contorsiones previamente ensayadas.

8. "Lust for Life" de Iggy Pop, en "Trainspotting", de Danny Boyle (1995)



Comenzar una película con una canción como "Lust for Life" es toda una declaración de intenciones, y también una manera de crear un estado de ánimo que va a contagiar inevitablemente a cualquier cosa que le siga. Es empezar por la cima, un subidón, como el que reciben los protagonistas cada vez que se meten un pico de heroina. La carrera que vemos al principio del clip se situa cronológicamente en mitad de la película, da la sensación de que Boyle y su montador decidieron colocar este fragmento al principio para comenzar con un climax, olvidándose del orden cronológico.

El texto del escritor Irvine Welsh que recita la voz en off es puramente nihilista: "Elige vida. Elige un empleo. Elige una carrera. Elige una familia. Elige un televisor grande que te cagas. Elige lavadoras, coches, equipos de compact disc y abrelatas eléctricos. Elige la salud, colesterol bajo y seguros dentales. (....) Elige tu futuro. Elige la vida... ¿pero por qué iba yo a querer hacer algo así? Yo elegí no elegir la vida: elegí otra cosa. ¿Y las razones? No hay razones. ¿Quién necesita razones cuando tienes heroína?" La heroina es un puro rechazo, un acto negativo para huir de un vacío aún mayor. Pero la banda sonora nos dice otra cosa: es un canto al hedonismo, a la pura sensación de experimentar la vida. Es como si Danny Boyle se hubiese preguntado cual fuese la mejor manera de trasladar al espectador la sensación que siente un heroinomano al colocarse y su respuesta fuese "Lust for Life". Entre el hedonismo y el nihilismo, "Trainspotting" se convirtió en una de las películas generacionales de los 90.

9. Varias canciones, en "Las vírgenes suicidas", de Sofía Coppola, 1999.



Los adolescentes que narran en primera persona "Las vírgenes suicidas", el film que supuso el debut en la dirección de Sofía Coppola, no saben como ponerse en contacto con las hermanas Lisbon, cuya belleza solo resulta comparable a su tristeza. Utilizan varios tipos de mensajes ocultos, hasta que descubren que quizá el mejor método sea el más sencillo: llamarlas por teléfono. Como tampoco saben muy bien que decir, dejarán que la música hable por ellos. Y las chicas, asimismo, contestarán con canciones.

En esta película soñadora, que se situa entre el recuerdo y la fantasía, las canciones suponen un puente que a la vez sirve como forma de comunicación, sustituye a un verdadero encuentro. Aportan un marco común, un sentimiento compartido, pero corren el riesgo de que su propia emoción ahogue las verdaderas emociones que los chicos y las chicas deberían estar sintiendo. Como las propias hermanas Lisbon, un misterio, ocultas bajo el peso de tantos recuerdos y fantasias, y tambien de tantas canciones.

10: "Walk, don't run", de The Ventures, en "The Goddess of 1967", de Clara Law (2002)



¿Como le enseña uno a bailar a una chica ciega que además vive envuelta en un armadura emocional tras la muerte violenta de su familia? "The Goddess of 1967" es una de esas películas en las que dos personajes encerrados en su mundo por diversos motivos comparten un viaje donde se verán obligados a conocerse y abrirse al otro. Durante la película intentarán diversas estrategias para vencer su aislamiento, pero ninguna resulta tan emocionante como la secuencia del baile.

B.G. (Rose Byrne) nunca podrá saber si sus movimientos resultan coordinados o no, solo podrá sentir su cuerpo moviéndose desde dentro. ¿Importa algo? En esta arrolladora secuencia, la actriz consigue transmitir la libertad de dejarse llevar, sin pensar en el aspecto que pueda tener desde fuera, y también que ese mismo impulso es capaz de generar una belleza que no se puede conseguir de otra forma.