viernes, 27 de febrero de 2015

Cortometraje: Protopartículas (Chema García Ibarra, 2009, 7’)









  




“Dentro de mucho tiempo, un desconocido vendrá a buscarme, y me ofrecerá participar en el experimento protomateria” Son las primera palabras que oímos en Protopartículas, pronunciadas trabajosamente por una voz de leve acento murciano. Los escenarios son increíblemente mundanos: una tienda de barrio, la vivienda de una familia, las aceras de una ciudad de provincias. La historia que oímos, en cambio, es muy diferente: institutos científicos, teorías revolucionarias, experimentos en el espacio con consecuencias devastadoras. Entre la tienda de ultramarinos y la sala de estar, se cuela una figura extraña, un hombre vestido con una especie de traje de buzo que vive con una familia en una ciudad española que no es nombrada. Es él, suponemos, quien nos cuenta la historia. Quizá sepamos cómo ha llegado hasta allí. 

 
Es el mundo de Chema García Ibarra, un cineasta alicantino que combina el costumbrismo con la ciencia ficción, el realismo de la imagen digital con la escenografía del absurdo, el humor y la ironía con la poesía de lo desconcertante. García Ibarra se dio a conocer con su muy recomendable cortometraje El ataque de los robots de nebulosa-5. Con Protopartículas logró una mención del jurado en el festival de Sundance de 2011, algo especialmente destacable para un cortometraje español de estética minimalista y de presupuesto casi inexistente. Sus películas  tiene huellas del humor más costumbrista combinadas con una imaginería fantástica extraída de viejos comics y películas de escaso presupuesto: García Ibarra filma al nivel de la calle pero con la vista puesta en las constelaciones más lejanas.

El director acaba de terminar su primer largometraje, Uranes, realizado dentro del proyecto littlesecretfilm (ahora mismo puedes verlo, por solo dos dólares, en su canal de vimeo) La película se rodó en un solo día con diálogos improvisados (como mandan las normas del citado proyecto) y a pesar  de la obvias limitaciones, responde fielmente a sus estilo e inclinaciones. El argumento gira en torno a una invasión de huevos aliégenas, y la dramaturgia, en torno a lo que se ve y lo que no se ve, en torno a la irrupción de lo extraño en un mundo de apariencia cotidiana.  Así que, si disfrutas de este pequeño relato de humor cosmológico, atrévete con el largometraje.

lunes, 23 de febrero de 2015

Mitomanía: Blacklist: la nueva lista negra de Hollywood en la que los ejecutivos de los estudios escogen sus guiones preferidos.


Hollywood vuelve a tener listas negras. Pero esta vez, los guionistas se pelean por aparecer en ellas, especialmente los más desconocidos. The Black List se ha considerado como el equivalente cinematográfico del título de “rookie del año”: se trata de una encuesta anual en la que directivos de Hollywood escogen sus guiones preferidos (entre los que no se hayan producido, esto es). A mediados de diciembre, desde 2005, la lista resultante se distribuye mediante un pdf que será escrutado hasta la saciedad durante el siguiente año por estudios, productoras, distribuidoras independientes y cadenas de televisión. ¿Cuál es su importancia? Baste señalar que, de las ocho películas nominadas este año al Oscar a mejor película, cuatro de ellas estuvieron incluidas en The Black List cuando aun estaban en negro sobre blanco. (A saber: Descifrando enigma, guión más votado en 2012; Whiplash, 19 votos en 2012; El francotirador, 8 votos en 2013; Selma, 29 votos en 2007) Así que el revuelo por los títulos y los autores mencionados anualmente en estas listas está justificado, aunque, como se señala en la portada de cada entrega: “Esta no es una lista de los mejor. Es, como mucho, una lista de lo que más ha gustado”

    El creador de esta encuesta es Leonard Franklin. En 2004, tenía 26 años y era un ejecutivo de la compañía de producción de Leonardo Di Caprio, Appian Way.  Según afirma, su intención original solamente consistía en “encontrar algo bueno para leer”, pero pronto su creación comenzó a tener vida propia. De hecho, se ha convertido en un negocio bastante rentable, que, entre otras cosas, ofrece asesoramiento a guionistas para lograr que sus escritos adquieran las cualidades necesarias para poder formar parte de una Black List, es decir, entusiasmar a los ejecutivos de los estudios. Aquella primera lista solamente indicaba el título y el nombre del autor; se trataba del resultado de una encuesta realizada a 90 personas e incluía todas las películas mencionadas, incluso una sola vez. En la última edición, el número de encuestados ha subido a 250 y para aparecer en ella son necesarias como mínimo seis menciones.


Descifrando Enigma, el guión más votado en toda la historia d ela Black List, acaba de ganar el Oscar al mejor guion adaptado
La primera lista venía encabezada por dos guiones que con el tiempo se convirtieron en sendas producciones indies, modestas y apañadas: Cosas que perdimos en el fuego se estrenó en 2007, protagonizada por Halle Berry y Benicio del Toro. Ese mismo año, Juno, protagonizada por Ellen Page y Michael Cera, se convertía en el éxito sorpresa de la temporada. Cuando la pizpireta guionista, una exstriper llamada Diablo Cody, se paseaba por todas las alfombras rojas de la temporada, los ejecutivos de Hollywood los ejecutivos adquirieron la costumbre de escrutar las sucesivas listas negras, y el invento se convirtió durante un tiempo en oráculo del talento. El siguiente gran entusiasmo fue un guión titulado The Beaver (El castor) en el que un hombre aquejado de depresión encuentra consuelo hablando con la marioneta de castor que lleva permanentemente en su mano. Muy ingenioso, pero cuando la película llegó a las pantallas, dirigida por Jodie Foster y protagonizada por Mel Gibson las críticas fueron horrorosas y desapareció rápidamente de los cines. Puede que fuese debido a la presencia de Mel Gibson, que entonces sufría las consecuencias de un escándalo monumental, puede que Jodie Foster no encontrara el equilibrio tonal adecuado con un guión que oscilaba entre la tragedia, la comedia y el ridículo. O puede que el guión funcionase bien sobre el papel pero no con actores de carne y hueso sobre una pantalla. 

El éxito de Juno en 2007 contribuyó en gran medida a la fama de la Blacklist

    Con el paso de los años, quedó bastante claro que las películas que surgían de la lista negra cubrían un amplio espectro de calidad y de éxito comercial. Títulos como Bad Teacher, Abrahan Lincoln, cazador de vampiros, Sin compromiso, Prisioneros, Los amos del barrio, El invitado, Stoker, Grace de Mónaco, Blancanieves y la leyenda del cazador o Sex tape: algo pasa en la nube recibieron el espaldarazo de la lista negra antes de convertirse en películas mediante diversos grados de mediocridad cinematográfica. Por supuesto, los guiones no tiene por qué tener ninguna culpa. Hay un montón de etapas durante las que un proyecto más o menos audaz debe acomodarse a los intereses de los estudios que lo financian, las estrellas que lo protagonizan o los directores que lo llevan a la pantalla. Está claro que en estos años, la lista negra ha perdido su condición de oráculo del talento o del éxito. Pero para lo que sí puede ser útil la lista negra es para hacer un pequeño experimento de sociología casera: tratar de meternos por unos instantes dentro de la cabeza de los ejecutivos de Hollywood y descubrir el tipo de películas que les gustaría hacer, aunque las realidades económicas de la industria  vayan en otras direcciones.

    Primero, es curioso destacar qué clase de películas no aparecen en la lista.  Y durante estos diez años y varios cientos de guiones listados, las ausencias son altamente significativas. ¿Qué tipo de cine  brilla por su ausencia? Secuelas. Precuelas. Superheroes. Remakes. Todas estas tipologías, consideradas ampliamente como constitutivas de los males del Hollywood moderno están notablemente ausentes de los gustos de los ejecutivos consultados. Es cierto que los guiones de esa clase de filmes suelen escribirse por encargo, y por tanto su circulación está limitada, pero en general, si muchos cinéfilos habituales lamentan que Hollywood se haya alejado de los géneros clásicos y de las historias originales, debería saber que, en términos estrictamente personales, los ejecutivos de Hollywood también comparten esa opinión. Otra cosa son los objetivos de las corporaciones para las que trabajan,  las sinergias empresariales y las presiones de las televisiones, las cadenas de cines, etc.


En su momento, parecía una buena idea
    Y en cuanto a las cosas que aparecen en las listas, podemos destacar fácilmente varias tendencias. Una de ellas es la glorificación de Hollywood, sus leyendas y sus grandes logros. Esta tendencia está, desde luego, impulsada por el reciente éxito de películas protagonizadas por cineastas, como The Artist, Argo o A propósito de Mr Banks. Pero cualquier institución es vulnerable al autobombo y los poderosos ejecutivos de Hollywood no iban a ser menos. Así que nos encontramos con títulos como los siguientes:
-Chewie, de Evan Susser y Van Robichaux (Una mirada satírica al rodaje de La guerra de las galaxias a través de los ojos de Peter Mayhew, que interpretó a Chewacca)  
-Hey Stella!, de Tom Shepard (La historia de cómo Marlon Brando consiguió el papel de Stanley Kowalsky en la producción de Elia Kazan de Un tranvía llamado deseo) 
-McCarthy, de Justin Kremer (Es 1951. El joven senador Joe McCarthy se siente perdido. Es un hombre anónimo, solamente otro funcionario en Capitol Hill. Está desesperado por destacar, por ser adorado.)  
-The Munchkin, de Will Widger (Un detective privado enano investiga la desaparición de una joven actriz en el Hollywood de los años 30, lo que le lleva a descubrir conspiraciones que involucran El mago de Oz y la dirección de Metro Golden Mayer) 
-1969, a space oddissey, or how Kubrick learned to stop worryng and land on the moon, de Stephany Folsom (Stanley Kubrick escenifica la llegada del hombre a la luna)
 Etcétera, etcétera. El amor de los ejecutivos por el pasado de su negocio es tal que podemos encontrar dos guiones acerca del rodaje de la misma película: Tiburón, de Steven Spielberg.

    Otra tendencia es el predominio de historias reales, principalmente de la variedad que podríamos considerar “vidas de genios problemáticos”. Es un tipo de película que encontramos a menudo entre las finalistas a los Oscar (este año, sin ir mas lejos, tenemos en competición a dos genios ingleses de la ciencia, el matemático Alan Turing en Descifrando enigma y el físico Stephen Hawking en La teoría del todo) Por ello, no es raro que los ejecutivos de Hollywood se dejen seducir por estas historias reales de prodigios de las ciencias, las artes o el deporte, en las que inevitablemente aparecerán los aspectos más oscuros o tristes de sus vidas. Entre los proyectos que esperan ver la luz algún día, se encuentran, por ejemplo:  


-La biografía de Jim Henson, el creador de los teleñecos (The Muppet Man, de Christopher Weekes; “La historia de la vida y de la muerte trágicamente temprana de Jim Henson”)
-La vida del astrónomo Carl Sagan (The Golden Record, de Aaron Kandell y Jordan Kandell; “La verdadera historia de cómo Carl Sagan se enamoró mientras lideraba la misión más increíble de la Nasa: un registro dorado que encapsularía la experiencia de la vida en la tierra para formas inteligentes de vida alienígena”) 
-La historia del dibujante y escritor de literatura infantil Dr Seuss (Seuss, de Eyan Podell y Jonathan Stewart; “El joven Ted Geisel conoce a su futura esposa Helen, que le anima a seguir dibujando sus curiosas criaturas, y en los años cincuenta, cuando Geisel atraviesa dificultades profesionales, Helen le inspira para crear el libro infantil que se convertirá en su primer gran éxito: ‘The cat in the hat’”) 
-Un biopic sobre el ajedrecista Bobby Fischer (Pawn Sacrifice, de Steve Knight; “La historia de la vida de la leyenda del ajedrez Bobby Fischer, hasta su histórica partida por el campeonato mundial con Boris Spassky”) 
-Los secretos del misterioso dibujante de tiras cómicas Bill Watterson (A Boy and his Tiger, de Dan Dollar; “La verdadera historia de Bill Wattersson, creador de Calvin y Hobbes”)  
La fortuna de muchos de estos proyectos dependerá de qué estrellas se vean en los papeles principales: no hace falta decir que más de uno de ellos se verá recogiendo el Oscar mientras lee el guión. 

Liev Schreiber y Tobey Maguire en Pawn Sacrifice, un guión de la lista negra que próximamente llegará a las pantallas.
 Generalemnte, se ha considerado que la política es veneno para la taquilla (excepto cuando Meryl Streep es la protagonista) pero eso no impide que muchos de los guiones preferidos por los ejecutivos de Hollywood tengan como protagonistas a políticos y sus tramas se desarrollen en la trastienda del poder. College Republicans, de Wes Jones, (una comedia sobre los años mozos de varios destacados miembros de la administración de George W. Bush) fue el guión más votado en 2010; en la lista nos encontramos, además, con títulos como:
-Rodham, de Young Il Kim (La joven Hillary Rodham, que sueña con una carrera política,  se encuentra indecisa respecto a sus sentimientos hacia un prometedor abogado llamado Bill Clinton)
-Powell, de Ed Whitworth (Colin Powell cuestiona desde dentro los motivos de la administración Bush para invadir Irak)
-The Special Program, de Deborah Cahn (Un joven fiscal se enfrenta al vicepresidente Cheney cuando descubre que él y su circulo cercano están llevando a cabo todo tipo de actividades ilegales bajo el manto de lo que denominan “el programa especial”).
 Todos eso proyectos parecen más en su lugar en una cadena de televisión con una línea editorial propicia que en un estudio de Hollywood, excepto, por supuesto, si Meryl Streep muestra interés.    

    El último gran grupo que identificamos en estos diez años de listas negras es el de los guiones inclasificables, o, como se dice en internet. OMGWTF!. Son lo suficientemente sorprendentes como para llamar la atención por sí mismos, pero siempre dejan la duda de que sus audaces ideas funcionen mejor sobre el papel que con actores de carne y hueso. ¿Ejemplos? 

-The Voices, de Michael Perry (Un hombre perturbado trata de llevar una vida normal mientras recibe los consejos de sus mascotas ‘parlantes’)
-Man of Tomorrow, de Jeremy Slater (En una realidad alternativa, el gobierno de los Estados Unidos hace un trato con un gánster indestructible para matar a Hitler a cambio de la ciudad de Chicago, que éste convertirá en su propia utopía) 
-In real Time, de Chai Hetch (Un joven está convencido de que su hermana, emocionablemente inestable, necesita revivir su baile de graduación del instituto de hace diez años para superar su depresión, y se toma grandes molestias para recrear el evento en todo detalle. ) 
-Erin’s Voice, de Greg Sullivan (El mundo de un genio de la informática sordo se altera cuando conoce a una camarera de cafetería con problemas cuya voz es, milagrosamente, lo único que puede oír). 
Este tipo de guiones ingeniosos y originales fascinarán sin duda a muchos ejecutivos al menos quince minutos, así que no te sorprendas cuando descubras a alguno de sus autores firmando la secuela del remake de Godzilla.

    Uno puede quejarse de que, en el fondo, las películas que propone la lista negra no son demasiado diferentes de las que producen habitualmente los estudios. Algunas son más extravagantes de lo habitual, cierto, pero las recetas no dejan de ser conocidas, aunque quizá con unos cuantos ingredientes nuevos. Pero esto es Hollywood, y Hollywood no se dedica al cine experimental. Hollywood, por lo que podemos contemplar esta radiografía apresurada que acabamos de efectuar, está un poco cansado de sus fórmulas y repeticiones más descaradas; le gustan los géneros más clásicos: el cine negro, el western, la comedia romántica; admira a los grandes hombres y las historias reales que a nadie se le habría ocurrido inventar; permite un toquecito de originalidad aquí o de descaro allá siempre que deje el conjunto irreconocible; le gusta de vez en cuando ponerse serio y hablar de las cosas importantes de la vida. 

sábado, 14 de febrero de 2015

Timbuktu

DIR: ABDERRAHMANE SISSAKO
INT: ABDEL JAFRI, IBRAHIM AHMED, TOULOU KIKI
MAURITANIA, 2014, 100'












Las primeras imágenes muestran una gacela huyendo del todoterreno desde el que la persiguen varios hombres. Son  islamistas radicales cubiertos por turbantes oscuros y armados con subfusiles. “No la matéis, cansadla”, dice uno de ellos. Después, estos hombres hacen prácticas de tiro empleando como diana antiguas máscaras tribales. Abderrahmane Sissako nos permite contemplar las máscaras acribilladas aún en pie, cuando los islamistas ya se han ido: hay dignidad en su resistencia, en la manera estoica con la que conservan su belleza aún llenas de agujeros o partidas por la mitad. La analogía es clara: la aparición de los yihadistas provocará actos de violencia hacia la naturaleza, hacia la herencia del pasado. Pero el estilo detallista y la manera en que las imágenes presentan relaciones y analogías de manera sugerente y caprichosa hace que el mensaje no se presente de manera enfática. Sissako rueda de una manera aparentemente casual y observante en la que la belleza del paisaje desértico ayuda a que las imágenes fluyan de manera natural. 
Los yihadistas pretenden proteger a las mujeres, pero su presencia se parece más a una amenaza.

    La aparición de las milicias yihadistas en Tombuctú se parece más a una perturbación de la cotidianeidad que a un asalto armado. La mayoría de ellos son jóvenes algo desconcertados que patrullan por las calles de arena gritando sus prohibiciones a través de un magnetófono, o se pasean lentamente portando sus armas como señal de autoridad. Obligan a los hombres a subirse las perneras de los pantalones en respeto al profeta, hacen que las mujeres se cubran con velo, calcetines y guantes. Prohíben fumar, cantar, jugar al fútbol. Los habitantes de la vieja ciudad resisten con estoicismo todo eso. En el pasado, Tombuctú fue un emplazamiento clave para las rutas de caravanas que recorrían el desierto, un lugar de gran actividad comercial, social y cultural. Hoy día, sin embargo, la desertización y la falta de agua la han hundido en la pobreza. Sus habitantes sobreviven con un temperamento relajado y una capacidad para superar con ingenio y recursos la escasez. Les gustan las ropas coloridas, las canciones lánguidas pero alegres, conviven con la tolerancia hacia diferentes culturas propia de un cruce de caminos. Los islamistas provienen del norte de África o de lugares como Siria, y tiene dificultades para hacerse entender: se ven obligados a emplear traductores aficionados dado que no entienden el idioma local o recurren a un inglés no muy preciso. El lenguaje no es la única barrera que les separa de la población local: su forma de entender el islam es también muy diferente.

La forma de entender el islam de los yihadistas es muy diferente a la de los habitantes de Timbuctú.

Como suele ocurrir cada vez que dos ideas distintas de normalidad se encuentran y se enfrentan, el choque cultural entre los islamistas  y los habitantes de Tombuctú da lugar a situaciones completamente absurdas. Los ocupantes se muestran confusos cuando encuentran muestras de resistencia. Una pescadera les pregunta cómo pretenden que venda el pescado con guantes, y les desafía a que le corten las manos si eso es lo que pretenden. Otra mujer, una presencia pintoresca que camina con un colorido vestido terminado en una enorme cola y que acostumbra a hablar o cantar en soledad, se atreve a llamarles gilipollas y se detiene con los brazos cruzados, desafiante, delante del todoterreno en el que patrullan. Incluso el imán local les sugiere que sus acciones causan perjuicio al Islam. Ellos reaccionan de manera desconcertada. Es lógico, porque ellos mismos encuentran dificultades para seguir sus propias consignas. Hablan de sus futbolistas preferidos (“Zidane es bueno, pero no puede compararse a Messi, que marca cuatro goles por partido”, opina un joven) cuando han prohibido la práctica de ese deporte. Apuran algún cigarrillo tras una duna aún cuando han prohibido fumar. Miran a las mujeres de una manera muy distinta a la que les obliga la religión. Incluso su viejo líder, un hombre arrugado de tez oscura que se ocupa de aplicar la ley islámica de la manera más inflexible, deja entrever algún atisbo de humanidad, aunque se cuida de no hacerlo público. Esta dificultad a la hora de adoptar las posturas más rígidas y dogmáticas muestra que para Sissako el fanatismo no es una actitud natural para el ser humano, sino que se trata de una violencia que se ejerce en las dos direcciones.

La película avanza a través de estas pequeñas viñetas levemente trenzadas, que a pesar de la ligereza de su entramado, proponen un panorama preciso de la ciudad y sus habitantes. Si hay una historia que adquiere protagonismo es la de la familia tuareg formada por Kidane (Ibrahim Ahmed), Satima (Toulou Kiki) y su hija pequeña Toya (Layla Walet Mohamed). La familia vive en su jaima a unos cuantos kilómetros de la ciudad, pastoreando su ganado a las orillas del río Níger. Al principio la bucólica armonía familiar se nos presenta como una respuesta a la rigidez de los invasores: la familia bromea y canta canciones en medio de una felicidad pastoril. Pero pronto la violencia se hará presente: una disputa sobre el uso del río con un pescador local motiva una pelea y a Kidane se le dispara accidentalmente la pistola que Satima le había pedido que no llevase. A partir de ese momento, Kidane quedará a merced de la despiadada justicia de los ocupantes. Si en un primer momento resulta desconcertante que la historia central de la película narre unos acontecimientos que no están relacionados directamente con el dominio islamista, se puede entender que la tragedia de Kidane funciona como una analogía: la violencia, espoleada en un principio por sentimientos de justicia o de agravio, termina escapando del control humano y convirtiéndose en una fuerza destructiva tanto para quienes la reciben como para quienes la perpetran.

La familia tuareg cuya armonía contrasta con la violencia que se desarrolla a su alrededor.
Timbuktu resulta una delicia para la vista gracias al trabajo del director de fotografía Sofian El Fani y del director de arte Sebastian Birchler. La paleta de color está dominada por los tonos ocres y marrones, propios de la arena de las dunas y de las paredes de los edificios de adobe. Las ropas, los turbantes, las aguas del río Niger, incluso el cielo, el sol y los cuerpos de los personajes parecen estar hechos de arena. Es un tratamiento sensual y táctil, en el que las imágenes no se recrean demasiado en contemplar cada rostro o cada paisaje, sino que los observan de manera casual permitiéndoles mostrar su belleza propia e inherente. La película resulta bella de una manera tan discreta que a veces podemos olvidarnos de la gravedad de los hechos que narra. Sin embargo, con esa manera fluida y precisa de filmar Sissako nos ofrece un retrato de la resistencia ante la violencia, del ingenio ante la pobreza y también de la debilidad del espíritu humano ante el orgullo, la ira o la intolerancia. 

BONUS TRACK: Fatoumata Diawara canta "Timbuktu Fasso" para la Banda Sonora de Timbuktu
 La cantante malí Fatoumata Diawara hace un pequeño papel en la película, interpetando una canción por la que es condenada a recibir cuarenta latigazos. Durante el castigo, la cantante no puede evitar convertir sus gritos de dolor en un cántico. Esta es la versión de estudio del tema prohibido, compuesta especialemnte para la película de Sissako


domingo, 8 de febrero de 2015

Nightcrawler

DIR: DAN GILROY
INT: JAKE GYLLENHAAL, 
RENE RUSSO, RIZ AHMED
EEUU, 2014, 117'





En el cine negro, la atmósfera es el origen de todo. En los años cuarenta, era el claroscuro de las callejuelas mal iluminadas, propicias para las sombras alargadas. Eran los clubes de jazz inundados de humo y de multitudes abigarradas de desconocidos. Ahora, una nueva atmósfera comienza a definirse de manera nítida. Es una atmósfera en la que los rostros reflejan las luces (rojas o verdes) de los semáforos o las luces (rojas o azules) de los vehículos de policía o las ambulancias. Es la atmósfera de los reflejos de neón sobre la pintura metalizada, de los restaurantes de comida rápida bañados por luz fluorescente, del asfalto teñido por el reflejo ámbar de las farolas. Las calles son amplias avenidas, casi autopistas, ideales para la huida, para la persecución o para la colisión. El espacio de la intimidad es el habitáculo del automóvil: un regazo cálido y oscuro rodeado de oscuridad. Desde al automóvil, la carretera parece terminar allá donde no alcanzan los faros, y la ciudad es un vacío negro entre los destellos de los edificios iluminados.

 Los Ángeles es la ciudad ideal para proporcionar este tipo de atmósfera, una ciudad creada para el tráfico en la que todo el mundo parece tener prisa por llegar a alguna parte o por huir de algún sitio. Pero el asfalto no es la única manera de conectar los lugares. Hay antenas, cables, receptores que conectan pantallas de televisor, ordenadores portátiles, teléfonos móviles, aparatos de radio. En la noche, son islas de luz en medio de la oscuridad, voces en medio de los ruidos del tráfico que transmiten las historias que aspiran a unir los puntos, esos puntos brillantes que centellean entre la negrura. Tienen el efecto de crear un refugio a su alrededor, un refugio que permite tener la sensación de estar conectado a algo más amplio, un espacio común, aún cuando muchos de esos puntos brillantes y aislados estén habitados por personas solitarias inclinadas sobre el brillo de una pantalla.


Jake Gyllenhall en pos de la noticia
 Todo esto es increíblemente  mundano, nada más que unas cuantas luces nocturnas, ruido de motores, la ambientación realista de una cuidad por la noche. Pero la fantasía hace su aparición, la oscuridad se llena de temores no expresados y las luces, los colores, los reflejos se vuelven más intensos: el realismo se convierte en expresionismo. Los personajes que destacan sobre este fondo urbano suelen ser seres solitarios y autosuficientes, sin pasado ni vínculos, dotados de flexibilidad moral, de rigidez emocional y de una solida disciplina para perfeccionar sus habilidades. Están perfectamente adaptados a la velocidad y a la posibilidad de la violencia, se sienten especialmente cómodos desplazándose por este territorio irregular de lugares aparentemente inconexos. Lou Bloom (Jake Gyllenhaal) es uno de ellos. 

Al principio, es solamente un ladronzuelo al que descubrimos robando alambre y tapas de alcantarilla para vendérselas a algún chatarrero. Pero Lou se ha fijado metas más altas. “Trabajo duro, me marco objetivos elevados y soy conocido por mi persistencia”, dice a modo de presentación. Un día, se detiene para observar un accidente de tráfico y contempla cómo un operador de cámara se pone a grabar sin molestarse por evitar obstaculizar el rescate de la víctima. Es un Nightcrawler, un “reptador nocturno” que recorre a toda velocidad las calles de Los Ángeles sintonizando la emisora de la policía, tratando de llegar antes que nadie a los escenarios de los accidentes, los incendios o lo crímenes. Su propósito es suministrar a los informativos locales unas imágenes lo suficientemente sangrientas como para mantener a la audiencia pegada al televisor. Lou lo observa con atención, y siente una especie de revelación: ha descubierto una profesión en la que podría destacar. 


Jake Gyllenhaal y Rene Russo
Alto, delgado, huesudo, con unos ojos que miran fijamente sin parpadear y un peinado de brillo aceitoso: Lou es una presencia inquietante desde el primer momento, que Gyllenhaal interpreta con la combinación precisa de vulnerabilidad y amenaza. Sus maneras producen una sensación desconcertante, como si su conducta no fuese más que una interpretación, una imitación de los comportamientos que considera correctos. Da la sensación de que le da igual no resultar auténtico mientras consiga lo que se propone. Es intermitentemente ridículo y siniestro, especialmente cuando recita lemas de autoayuda para emprendedores como si fueran una verdadera filosofía vital.  “Ya se que la cultura laboral de hoy día ya no provee la estabilidad laboral que se prometía a las anteriores generaciones. Pero creo que las cosas buenas les suceden a quienes se parten el lomo, y que la buena gente que llegó a la cima de la montaña no se ha caído allí. Mi lema es: ‘si quieres ganar la lotería, necesitas dinero para comprar un número’”


Lou Bloom parece criado por la atmósfera, educado por internet y los gurús del momento; con una malsana facilidad para desenvolverse en las zonas de la noche donde corre la sangre. En el centro de su personalidad parece haber un vacío, un agujero negro que ha absorbido la retórica individualista de la época para dotar de sentido a sus movimientos. Si al principio su posición nos parece vulnerable, como corresponde a alguien que vive en los márgenes económicos y sociales, pronto comenzará a emplear una despiadada capacidad de negociación que desequilibrará el balance de poder, especialmente en lo que concierne Nina Romina (Rene Russo), la directora del informativo al que Lou suministra sus imágenes. Lou demuestra una gran habilidad para serpentear a toda velocidad las calles de Los Angeles, colocar los cadáveres en las posiciones más fotogénicas e incluso provocar algún tiroteo, pero también para fijar el precio y los términos de su relación, para imponer su presencia en los despachos y en el plató del noticiario. La amoralidad no solamente es una ventaja en las calles.

Para cuando Lou prospera lo suficiente como para conducir un muscle car, ha quedado suficientemente claro que la película no solamente se limita a criticar el sensacionalismo en los medios de comunicación, sino que cuestiona profundamente el modelo de sociedad en el que se mueve su protagonista. Es algo que se percibe especialmente en la manera en que Rick, el joven que contrata como ayudante, funciona como contrapunto de Lou. Riz Ahmed lo interpreta con estilo de naturalismo balbuciente que contrasta profundamente con el registro lunático de Gyllenhaal. Rick es un joven criado en algún mal barrio que ha terminado el instituto y roza la indigencia, sin oportunidades de ninguna clase. En el asiento del copiloto, demuestra la clase de emociones (miedo a la velocidad, empatía con las víctimas) que impedirían el éxito de Lou si él  fuese capaz de sentirlas. Pero Rick también quiere ser flexible, adaptarse a las nuevas situaciones, al fin y al cabo vive en un mundo en el que se supone que hay oportunidades para las personas con la audacia necesaria. Y la figura de Lou, capaz de inspirarle temor, también es un modelo a seguir, un emprendedor de éxito. El resultado de sus intentos por imitar a Lou será cómico, grotesco y devastador: Rick es simplemente alguien que no está preparado psicológica ni emocionalmente para el mundo en el que se mueve Lou. 

Lou Bloom, un emprendedor de éxito

Lou Bloom es una fantasía por la atmósfera. En medio de la noche hay accidentes, asesinatos, y alguien tiene que aparecer para iluminarlos con la antorcha de su cámara, convirtiendo cualquier tragedia sin sentido en un producto con valor de mercado. Alguien tiene que moverse con rapidez entre la oscuridad y los destellos para que se sigan contando las historias que tejen los hilos entre los puntos aislados y distantes de la ciudad: “El crimen urbano llega a los suburbios”, o algo por el estilo. El cine negro se nutre de esa clase de fantasías, que dan forma a terrores abstractos que a menudo resultan difíciles de expresar de una manera concreta. Lou Bloom da forma aun vacío. Aparece en la oscuridad y un tiempo después, desaparecerá en la oscuridad. Pero la atmósfera permanecerá. Volveremos a encontrarnos con todo esto: con la violenta sucesión de luz y oscuridad en la ciudad nocturna, con la aterradora sensación de vacío allá dónde no llega la luz, con los rostros deformados por los reflejos del neón.

martes, 3 de febrero de 2015

Banda sonora: John Carpenter presenta su disco Lost Themes.

Vuelve John Carpenter. No lo hace con una nueva película, sino con un disco: Lost Themes. Se trata de la primera vez que Carpenter publica un disco que no corresponde a la banda sonora de una de sus películas: el director de Halloween pertenece a ese pequeño grupo de cineastas (entre los que se encuentran Charles Chaplin, Alejandro Amenábar o Clint Eastwood) que ha alcanzado reconocimiento tanto como director como por compositor. A pesar de su título, estos “temas perdidos” no son piezas recuperadas del pasado, sino composiciones completamente nuevas. Los aficionados al cine de terror y al sonido clásico de las películas de Carpenter no tienen por qué preocuparse: la nueva música responde fielmente a lo que se podría esperar del director, con sus atmósferas inquietantes y sus sintetizadores minimalistas. “Son temas perdidos – explica Carpenter a la revista Rolling Stoneen el sentido en que son la banda sonora para la película que mucha gente tiene en la imaginación. La manera perfecta de escucharlos es con una chica guapa al lado, pero si no puede ser, apaga las luces, pon el disco, y deja que la música se mezcle con las películas imaginarias que tienes en tu mente”


    Carpenter vivió desde muy joven en una atmósfera musical, ya que su padre era profesor de música y le enseñó a tocar el violín. Sin embargo, su faceta de compositor tuvo unos orígenes más accidentales. “Comenzó en la escuela de cine porque cuando estas haciendo una película de estudiante, no tienes dinero. Haces que tus amigos actúen, consigues las cámaras. Así que la gente me pedía que les compusiera cosas, y entonces, para mi primer largometraje, como tampoco teníamos dinero para música, me animé e hice la banda sonora.” La música de Carpenter es electrónica, rítmica y minimalista. El protagonismo de los sintetizadores la asocia inevitablemente al cine de género de bajo presupuesto de los años setenta y ochenta: un sonido entonces futurista que era además una solución barata para quienes no podían permitirse emplear una orquesta completa. También era un instrumento adecuado para aquellos que no tenían demasiada formación técnica en el lenguaje de la música, como Carpenter: “Todo comienza con un acorde. No sé escribir música. No sé leer música. Es todo improvisado. Comienza de manera muy simple con un sonido atractivo.” El estilo característico de aquellas películas no tardó en pasarse de moda, pero en estos últimos años, con el retorno nostálgico de los años ochenta, las atmósferas inquietantes de sintetizador han hecho su regreso en películas de terror independiente como Frío en julio o The Guest. En todas ellas, la influencia de Carpenter es notable, tanto en las imágenes como en los sonidos.

    El momento, por tanto era propicio para la aparición de este disco, que el director creó en una atmósfera muy relajada y muy familiar. Para la grabación, Carpenter solicitó la ayuda de su hijo Cody Carpenter, miembro del grupo de rock progresivo Ludrium, y de su ahijado Daniel Davies, quien ya tiene cierta experiencias con la industria del cine. Ellos aportaron los conocimientos más estrictamente musicales: “Daniel Davies es un virtuosos de la guitarra, y mi hijo es un virtuoso del teclado. Es simplemente increíble. Así que utilizo su talento y recibo crédito por ello. Ese es mi trabajo.” El disco se grabó entre partidas de videojuegos (“El mejor juego al que he jugado en años es Borderlands 2, pero ahora mismo estoy jugando a Assassins’s Creed: Unity”) Lost Themes está editado por Sacred Bones, una discográfica pequeña pero prestigiosa que cuenta en su catálogo con la música de otro idiosincrático cineasta: David Lynch. 

 

    Este disco supone un nuevo comienzo para Carpenter, que a sus 65 años se está planteando la posibilidad de una carrera musical. Hasta el punto que prepara unas nuevas grabaciones, esta vez alejadas por completo de cualquier relación con el cine y en un estilo que denomina “blues oscuro”. ¿Qué es el blues oscuro? “Tiene un poco de rock and roll, pero es sobre todo blues, algo sombrío”  De momento, Carpenter aún no ha decidido si se publicará ese material. “Veremos qué ocurre”. Pero lo que es cierto es que ha encontrado en la música un nuevo impulso creativo.