sábado, 26 de mayo de 2007




"Zodiac"


Dir: David Fincher


Int: Mark Ruffalo, Jake Gyllenhall, Robert Downey Jr.


EEUU, 2007, 156'




1969. El Apolo XI alcanza la Luna. Charles Manson acaba con el sueño hippie con sus asesinatos. Mientras tanto, en San Francisco, meca de la contracultura y sede tan sólo un año antes del “verano del amor”, alguien intenta más modestamente encontrar su lugar dentro de la cultura popular. Asesinando a cinco personas entre diciembre de 1968 y octubre de 1969, sin dejar prácticamente pistas y sin que se haya podido descubrir su identidad hasta la fecha, los crímenes del “asesino del zodiaco” (como él mismo se presentaba) no son tan impresionantes como los de otros notorios asesinos en serie, como Harold Shipman, que aprovechó su profesión de médico para asesinar a 250 personas hasta que fue descubierto en 1989, o Ted Bundy, que terminó con la vida de decenas de compañeras de campus que tuvieran algún parecido con una novia que le había abandonado. Pero Zodiac destaca por su empleo de la “puesta en escena”, con su logotipo, su vestuario y su relación con los medios de comunicación. Aficionado a la notoriedad, no duda en mandar cartas a los periódicos de la región, con extraños criptogramas, e incluso disfruta de una aparición en televisión. En una de sus cartas, bromea sobre quien será el actor que le interprete en una posible película, pensamiento que ha pasado por la cabeza de la mayor parte de los criminales en masa recientes, incluyendo a los asesinos del instituto Columbine. (Estos querían a Spielberg o Tarantino como directores de la película). De esta manera, Zodiac redefine la figura del asesino para convertirlo en proveedor de contenidos para espectáculos, función que sigue desempeñando en la actualidad.

Por otra parte, el caso del “asesino del zodiaco” contribuyó a delinear el estereotipo del asesino en serie, figura que había existido desde siempre, pero que no conforma un arquetipo dentro de la cultura popular hasta esos años. El asesino en serie se presenta como una mutación del progreso, una persona culta, educada y sociable, pero que por debajo de esos rasgos presenta muestras de un atavismo que le resulta imposible de dominar, poniendo en cuestión la civilización en la que vive. A veces, es asesino en serie se presenta como fruto de las tensiones de la sociedad, bien como víctima de una situación injusta que le lleva al crimen o bien como resultado del odio por la sociedad que le rodea, a la que considera corrompida, lo que le llevará a iniciar una carrera de vengador indiscriminado. El “asesino en serie” es el espejo oscuro en el que se mira una sociedad cuyos valores giran alrededor del progreso, del éxito, de la exaltación de la individualidad.

“Zodiac”, la película, está basada en las investigaciones del policía David Toschi (Mark Ruffalo), el periodista de sucesos Paul Avery (Robert Downey Jr.) y el dibujante Robert Graysmith (Jake Gyllenhalll), que fue obsesionándose progresivamente por el caso hasta el punto de poner en peligro su vida privada. Así, evita la espectacularización de los crímenes y se centra en los hechos conocidos, las pistas falsas y las dudas que genera el caso. Parece como si David Fincher quisiera desprenderse de su imagen de wunderkind visual de Hollywood y labrarse una reputación de narrador sólido. En todo momento, su puesta en escena está atenta a los actores y a los detalles de caracterización, evitando los recursos típicos del género como utilizar el punto de vista del asesino, y optando por una narración lo más objetiva y transparente posible.

Para ello, el director se ha apoyado en el director de fotografía Harris Savides y en la cámara Thompson Viper Filmstream, capaz de capturar imágenes sin comprensión, en lo que es hoy día el sistema de filmación digital con más calidad. Los cineastas se han servido de este aparato para lograr la extrema definición de la película, en aras del realismo, lo que no impide que se haya trabajado la atmósfera, como es habitual en Fincher: destacan, a ese respecto, la escena del primer asesinato y la del secuestro de la mujer con el niño, quizá todavía más terrible, bajo un cielo de un gris plomizo que amenaza una tormenta inminente. La película tiene una textura que pretende recordar a los años setenta, con una gama de color en la que predominan los ocres, para lo que se ha tomado como referencia la obra de fotógrafos como Stephen Shore y William Eggleston.

Fincher, al igual que el otro gran creador del thriller contemporáneo, Michael Mann, es un director especialmente atento a la arquitectura de los espacios donde filma. Sus películas son paisajes urbanos contemporáneos, en las que inciden una y otra vez en la manera en la que el entorno influye en la vida de los personajes. Al principio de “Zodiac”, vemos a través de la ventanilla de un coche una panorámica sobre las viviendas de un tranquilo barrio residencial de San Francisco donde se celebran las festividades de 4 de Julio: Barbacoas en el jardín, fuegos artificiales, luces de fiesta…una imagen de “american way of life” que se impuso desde principios de los cincuenta: los suburbios como un lugar idílico donde la convivencia se alía con el progreso. Este mito estaba siendo puesto en cuestión por sucesos como la lucha por los derechos civiles, la resistencia contra la intervención norteamericana en Vietnam y los diferentes movimientos juveniles como el movimiento hippie, hasta llegar a esa especie de catarsis colectiva que supuso el caso “Watergate”. La ciudad se estaba transformando en un espacio para la alienación, en el que miles de individuos aislados intentan evitarse mientras desarrollan su frenético día a día. La película termina en una sala de espera de un aeropuerto, uno de esos no-espacios tan comunes en la arquitectura actual, lugares de paso idénticos unos a otros aunque se encuentren a miles de kilómetros de distancia, y entre un lugar y otro, la película ha levantado acta de esta transformación de una ciudad y del modo de habitarla.

El asesino en serie podía ser un personaje marginal dentro del espacio mítico de la comunidad suburbial de los cincuenta, (Como se puede ver en varios episodios de la influyente serie “Twiligh Zone”, y es que por muy edénico que sea un espacio, siempre tendrá sus amenazas exteriores, sean los ovnis, los comunistas o ciertos ciudadanos perturbados) pero desde luego, se mueve a sus anchas en las urbes modernas: la paranoia creciente y la desconfianza de cada individuo por sus conciudadanos hacen aumentar el mito. “Zodiac” toma nota de esas transformaciones de una manera casi notarial, siempre mostrando la evolución de la sociedad en segundo término, a través de la utilización de la música, por ejemplo, a través de la cual van apareciendo los distintos temas sociales que no se mencionan explícitamente en la película. De esta manera, la crónica de la investigación de un asesinato se convierte en la narración de la transformación de unos hechos reales en un mito moderno, paralelo a la evolución de una sociedad que transforma sus formas de relación a través de una pérdida colectiva de la inocencia. Uno de los más grandes ejemplos del thriller de esta década.

jueves, 10 de mayo de 2007

Keane


Director: Lodge Kerrigan
Intérpretes: Damian Lewis, Abigail Breslin.
USA, 2004. 100’

Últimamente, se detecta en las pantallas de los festivales (y ocasionalmente en las de los cines), una cierta corriente entre conductista y trascendental, con claras reminiscencias bressonianas, que busca filmar la existencia de las Cosa en Sí para intentar captar la trascendencia de su propia realidad, por así decirlo. Debe ser una reacción a la pérdida de vigencia de los relatos clásicos, una vez puesta al descubierto toda su tramoya conceptual y su condicionamiento ideológico, pero este aspecto requiere una reflexión mas profunda, desde luego.

El caso es que este tipo de propuestas suelen caer en lo contrario de lo que pretenden, es decir, en la intrascendencia, en la nadería, mostrando la revelación de auténticas banalidades, como que la vida urbana es alienante, por ejemplo, cosa que sabe cualquiera que salga a menudo a la calle. Y es que hay que hilar muy fino manejando un estilo tan despojado, para alcanzar una verdadera expresividad con tan pocos discursos.

“Keane” se salva de la quema por la notoria ambigüedad con la que Lodge Kerrigan narra las andanzas de su protagonista, un vagabundo con problemas psiquiátricos que deambula por la estación de Port Autorithy de Nueva York buscando a su hija desaparecida, sin que en ningún momento estemos seguros de que la niña existe realmente, ni que intenciones tiene con la hija de una mujer divorciada y alcohólica de la que se hace amigo.

De esta manera, la película nos presenta un personaje cuya inocencia nos puede revelar un lado más oscuro, alguien de quien dudamos si considerar un ángel o un monstruo, aunque al final quizá lo que se nos está planteando es que ambas cosas sean idénticas.
Por la habilidad con la que Kerrigan plantea estas cuestione, y también por la excepcional interpretación de Damián Lewis en el papel protagonista, merece la pena prestarle atención a esta película.