domingo, 23 de marzo de 2014

Upstream Color

DIR: SHANE CARRUTH
INT: AMY SEIMETZ, SHANE CARRUTH
EEUU, 2013, 96'



 
Shane Carruth se convirtió en cineasta tras seguir un camino muy poco convencional. Este californiano nacido el año 1972 se graduó en matemáticas y se dedicó a la programación de simuladores de vuelo antes de rodar su primera película, Primer, un film de ciencia ficción artesanal rodado, según el cineasta, con un presupuesto de solamente siete mil dólares. Primer surgió de la nada para ganar el festival de Sundance de 2004, con su propuesta acerca de viajes en el tiempo que empleaba una compleja narrativa fruto del bagaje científico del director. La película resultaba tan intrincada que obligó a los aficionados a desarrollar sus propios diagramas esforzándose por entender la trama. Después de todo eso, diez años de silencio. Ahora sabemos que durante este tiempo Carruth ha tratado infructuosamente desarrollar una ambiciosa película de ciencia ficción llamada A topiary. La imposibilidad de sacar adelante ese proyecto le hizo volver al cine de presupuesto nulo y rodar Upstream Color, uno de los artefactos más fascinantes presentados en el festival de Sundance del año pasado, en lo que fue un año estelar para el cine independiente americano. La película conserva la audacia narrativa, la experimentación estilística y la personal interpretación de la ciencia-ficción que han llevado a Steven Soderbergh a considerarle “el retoño ilegítimo de David Lynch y James Cameron”

    Upstream Color es una cinta que utiliza sus propias reglas: busca un público que se aventure a descifrar una propuesta muy alejada de la narración cinematográfica habitual.  Es esa clase de películas que invitan a discutir con los amigos, y si se enciende lo suficiente la llama de la fascinación, a revisarla en busca de claves que en una primera visión permanecen ocultas. Esa dedicación será recompensada, porque Shane Carruth ha logrado crear un mundo complejo y coherente, en una narración que explora el papel de la naturaleza y el extraño fenómeno de la comunicación entre los seres. Upstream Color comienza como un misterio, deriva hacia el terreno de la incomunicación romántica y termina desembocando en la abstracción narrativa y emocional. Como experiencia, resulta sensorialmente envolvente, gracias a su montaje sincopado, su paleta de colores fríos y grisáceos y sobre todo, su innovadora concepción del diseño de sonido, que también incluye una atmosférica banda sonora compuesta por el propio Carruth


El misterio de la conexión entre los seres es el motor de la película

Estamos en una película cuya narrativa circular podría comenzar en cualquier parte, pero  que arranca con un personaje sin nombre (el director se refiere a él cómo “el ladrón” en las notas de prensa y las entrevistas) que recoge un parásito alojado por una variedad de orquídeas. Con ese gusano, a través de un laborioso proceso y después de experimentar con unos chicos del barrio, logra algo parecido a una conexión directa con la mente de otras personas: su intención es robar a sus víctimas empleando esa conexión para lograr que le entreguen sus pertenencias. Kris (Amy Seimetz) es una de ellas. El ladrón se introduce en su casa y le obliga a seguir sus órdenes, para lo que recita pasajes de Walden, la famosa obra del filósofo Thoureau sobre la conexión entre el hombre y la naturaleza. “El sol no es más que la estrella de la mañana” 



Un día, Kris se despierta sola, sin dinero ni identidad, y con un organismo extraño recorriendo sus venas. Tras varios intentos de sacárselo del cuerpo con un cuchillo de cocina, cae en manos del segundo personaje sin nombre, una especie de técnico de sonido y criador de cerdos que extrae quirúrgicamente el gusano y lo introduce en uno de sus cerdos. Este hombre está interesado en la criatura por razones muy distintas a las del ladrón: ese organismo es capaz de producir sonidos con los que él  elabora sus grabaciones.


Sin empleo, sin dinero y sin demasiados recuerdos sobre lo que le ha llevado a esa situación, Kris conoce a Jeff (interpretado por el propio director), alguien que parece haber pasado por algo similar. Jeff era agente de bolsa hasta que fue despedido por la desaparición del dinero en las cuentas que manejaba, algo que él, aún confuso, atribuye al abuso de sustancias. Entre Kris y Jeff comienza a establecerse una conexión, que reproduce el emparejamiento de sus equivalentes porcinos en granja. Sin embargo, las lagunas de sus memorias se hacen notar: incluso están confusos cual de sus recuerdos pertenece a cada uno de ellos. Pronto sus energías se enfocarán hacia la comprensión de la situación a la que se enfrentan. En ese momento, la película parece una variación sobre el recurrente asunto de las dificultades de las conexión afectiva contemporánea, con el matiz de que Carruth observa a sus criaturas desde una perspectiva cósmica: sus relaciones son un episodio más del continuo fluir de la naturaleza, expresado en ondas de sonido y corrientes de agua. 


Los protagonistas se ven inexplicablemente involucrados con cerdos

El verdadero protagonista de Upstream Color es el parásito, un ser cuyo ciclo de vida comprende sus asociaciones con las orquídeas, los seres humanos y los cerdos. El argumento de la película se convierte en una trama biológica: la evolución de un organismo y sus relaciones con sus sucesivos huéspedes. La figura humana pierde su condición de centro dramático, y aunque los personajes conservan su capacidad de acción,  de ejercer influencia sobre sus propias circunstancias, están definidos por el lugar que ocupan dentro de un sistema más complejo, que comprende desde el nivel microscópico hasta  la forma abstracta de las nubes que flotan en el cielo. La narrativa fragmentaria de la película es fruto del intento del director por encontrar la forma adecuada para reflejar ese universo, en el que el lenguaje humano es solamente una pequeña parte de una compleja red de relaciones  e intercambios y el concepto de individualidad se encuentra cuestionado. Pero esta película no es un puzle narrativo, sino un poema filosófico. Si la línea argumental puede descifrarse (aunque se haga necesaria una segunda visión para hacerlo por completo), las implicaciones temáticas que sugiere quedan completamente abiertas.

Como auténtico creador independiente, Shane Carruth extiende su control hacia todos los aspectos de la película. Dirige, escribe, compone la banda sonora, aparece delante de las cámaras. Aun más: trata de crear su propio lenguaje  cinematográfico. Todo ello no es algo que estemos acostumbrados a ver, sobre todo en los últimos tiempos, en los que la producción independiente ha ido derivando hacia una uniformización narrativa cada vez mayor. Su trabajo puede resultar remoto y distante o, por el contrario,  sorprendente y estimulante; en cualquier caso, tiene la capacidad de explorar nuevas posibilidades y de perdurar en la memoria como una fuente inesperada de sugerencias y estímulos.