DIR: BERNARDO BERTOLUCCI
INT: JACOPO OLMO ANTINORI, TEA FALCO
ITALIA, 2012, 103'
Después del rodaje de Soñadores (Dreamers, 2003), Bernardo Bertolucci comenzó a sentir unos fuertes dolores de espalda que le hacían difícil mantenerse en pie. Los años siguientes fueron tremendamente duros para su salud, y el cineasta parmesano quedó confinado definitivamente en una silla de ruedas. A sus casi setenta años, sintió que se estaba despidiendo definitivamente de su carrera, una carrera que había comenzado a los veintiuno, con La commare secca (1964). En su rescate acudió un amigo suyo, el novelista Niccolò Ammaniti, quien le habló de su novela corta Io e Te. Se trata de una historia sobre un adolescente inadaptado que se oculta durante una semana en un sótano de su edificio, mientras dice a sus padres que se encuentra esquiando con sus compañeros de clase. Allí se encuentra inesperadamente con su hermanastra Olivia, drogadicta y oveja negra oficial de la familia. Olivia pretende ocultarse para pasar el mono, en un intento más o menos sincero de dejar la adicción, y su presencia les obligará a ambos a convivir y a tratar de aprender lo que puedan el uno del otro. El proyecto entusiasmó al veterano cineasta porque le ofrecía la posibilidad de rodar una película al alcance de su condición física (casi toda la cinta se desarrolla en la misma localización) que además se adentraba en un territorio familiar para el director: la intimidad compartida en espacios reducidos.
Cuando Bertolucci recibió en 2011 la Palma de Oro honorífica en reconocimiento a toda su carrera, la ceremonia pareció una despedida, una impresión a la que ayudaban las especulaciones sobre la salud del cineasta. En estos dos últimos años han proliferado las retrospectivas y homenajes a su carrera, como si todo el mundo se hubiera puesto de acuerdo en que ya era hora de hacer balance. Así que la aparición de Tú y yo en el festival de Cannes de 2012 fue tanto una sorpresa como una decepción. Se recibió como un esfuerzo menor, una pieza ligera desprovista de la gravedad y las ambiciones que convirtieron a su creador en uno de los cineastas más polémicos de las últimas décadas. En esta historia de jóvenes inadaptados, no hay ni rastro de escándalo sexual y el fervor político da paso a una mirada tierna sobre las dificultades de comunicación, en una propuesta que incluso proporciona una resonancia emocional insólita en la obra del cineasta italiano. ¿Es que la edad y los problemas de salud habían conseguido ablandar al furibundo provocateur?
Lorenzo (Jacopo Olmo Antinori) tiene catorce años, algo que delata la irregular pelambrera que cubre su cara junto con una generosa cantidad de granos. Su rostro es un caos de contracciones y rictus que refleja su confusión interior, sus músculos faciales se expanden y contraen forman expresiones que no siempre es capaz de controlar. Desde el principio sabemos que no se encuentra muy cómodo junto a sus semejantes, así que su huida al sótano sirve para hacer realidad una fantasía típica de la adolescencia: vivir en un aislamiento autosuficiente, abandonado a las leyes de la propia fantasía. Lorenzo se gasta el dinero del viaje en provisiones para siete días de comida basura, y se dispone a encerrarse a leer Entrevista con el vampiro. Bertolucci lo filma leyendo tumbado bocabajo en el entorno cavernoso del sótano, como si el inadaptado muchacho quisiera ser confundido con esa especie de monstruo sobrenatural. La irrupción de Olivia lo obliga a volver a la realidad, al menos en parte, por lo que no difícil entender su enfado.
Olivia aparece como una furia, vestida con un abrigo de pieles sobre un sugerente conjunto de noche, una apariencia que contrasta con la descripción más discreta que hace Ammanniti del personaje. (La sexualización de Olivia es uno de los puntos más flojos de la película y nos recuerda las acusaciones de misoginia que ha recibido Bertolucci a lo largo de su carrera) La joven se presenta haciendo gala de su desprecio por esa rama de su familia, desprecio fundado en que su padre prefiere mantenerse alejado de ella y de su madre mientras apacigua su culpa enviándoles dinero. Ella se gasta ese dinero en heroína: la vergüenza que hace sentir a su padre es también una forma de venganza por el abandono. Estos egoístas heridos no hacen demasiados esfuerzos por caer simpáticos al espectador, y se presentan demasiado orgullosos de sus neurosis, ella chillona y escandalosa, él mudo y malencarado. Pero como ocurre en el subgénero de inadaptados accidentalmente emparejados, la convivencia les obligará a encontrar puntos en común y a descubrir las ventajas de la confianza.
El hecho de que la dramaturgia se reduzca a dos personajes y los escenarios se concentren principalmente en un único espacio ha forzado al cineasta a renunciar a su estilo: Tú y yo es una pieza de cinematografía en estudio cuidadosamente elaborada, con una expresividad fundada a través de movimientos de cámara, la complejidad de las composiciones y el uso dramático de la iluminación. Bertolucci pensó en un principio en rodar esta película en 3D, aunque unas pruebas de cámara no le dejaron completamente satisfecho. Puede que el uso de las tres dimensiones resultase superfluo para una película que en el fondo es una historia íntima, nada espectacular; pero ello no quiere decir que el director tenga que renunciar a la sofisticación de sus herramientas expresivas. En contraste, destacan algunos momentos de viveza interpretativa por parte de los jóvenes actores, que capturan la espontaneidad que se espera de personas de su edad. Lorenzo golpeado con furia el salpicadero del Lancia de su madre, angustiado ante la posibilidad de que sus compañeros de clase le vean aparecer junto a ella. Olivia, chillando de alegría ante la posibilidad de robar en casa de su padre como si aún fuese una niña traviesa.
Estamos ante una historia familiar y reconocible que deja un poso optimista en el espectador. ¿Qué ha cambiado en Bertolucci durante estos años? “La única diferencia es la altura de mis ojos, porque ahora dirijo sentado. Ya no soy el que mira desde arriba” ¿Y las inquietudes políticas? Quizá no estén del todo olvidadas, quizá se hallen agazapadas bajo esta pequeña historia de jóvenes con dificultades de comunicación. Algunas de sus declaraciones a la prensa pueden ayudarnos a entenderlo mejor: “Para la gente de mi edad, observar el cambio de la
sociedad es realmente increíble. Hemos ganado en algunas cosas, desde luego, pero se ha perdido ese sentido de comunidad que antes existía. Vivimos en un mundo muy individualista, y eso no me gusta.” O: “La sociedad ha cambiado de una forma demasiado rápida y no creo que sea posible entenderla ahora mismo. Quizá dentro de un tiempo podremos saber cómo es realmente la juventud de hoy, esa juventud que retrato en la película. Ahora mismo, el panorama parece devastador después de 30 años de anestesia televisiva y del triunfo de la subcultura. Vivimos en el apogeo de unos valores falsos. Es posible que algún día descubramos que los jóvenes de hoy también saben leer. Siempre tengo esperanza.”