T.O:BARBARA
DIR:CHRISTIAN PETZOLD
INT:NINA HOSS, RONALD ZEHRFELD, RAINER BLOCK
ALEMANIA, 2012, 106'
Por primera vez en su carrera, Christian Petzold echa una mirada al pasado. La época es el fin de los años ochenta; el lugar, la agonizante República Democrática Alemana. Esa parte de Alemania que, como un botín de guerra, Stalin reclamó como satélite soviético. Décadas después del reparto, el estancamiento del comunismo parece haberse adueñado de cada uno de los habitantes, como si todo el mundo supiera que el fin de todo aquello estaba cerca. Barbara (Nina Hoss) es una doctora a la que el régimen ha exiliado, como castigo, a un hospital de provincias. Ha cometido la imprudencia de solicitar un permiso para viajar al exterior, algo que en aquellos años motivaba que se tomasen medidas disciplinarias. A los médicos solían enviarles a trabajar con el ejército, a las mujeres las mandaban a hospitales rurales, una forma de castigo como de humillación. Al llegar a su nuevo destino, Barbara se encuentra con un mundo de rostros hoscos y miradas escrutadoras, cortinas que se cierran repentinamente cuando uno echa la mirada en su dirección y timbres que suenan a horas intempestivas. Pero también un verano dorado con árboles de corteza cobriza mecidos por el viento, el rumor de los pájaros, agitado y alegre. Barbara odia el país en el que vive y ha decidido huir, ayudada por su novio, que vive en la RFA.
Y luego está el doctor André Reisner (Ronald Zehrfeld). El médico, joven y entusiasta, es la única persona amable que se encuentra Barbara, aunque ¿Quién pude fiarse de nadie, dadas las circunstancias? Por muy insignificante que sea la doctora, la Stasi sigue sus pasos, como si el hirsuto encargado local de los servicios secretos no tuviera otra cosa mejor que hacer. Probablemente no la tenga. Pero al menos existe cierta afinidad profesional entre médicos: ambos son profesionales enormemente dedicados al bienestar de sus pacientes. Barbara dedica a todo el mundo un gesto de desdén y mantiene una actitud de manifiesta superioridad, excepto con sus pacientes, con quienes vuelca una actitud afectuosa y protectora. Especialmente con Stella, una joven embarazada que huye del centro de trabajos forzados para huérfanos. En sus ratos libres, se escapa con su bicicleta hacia encuentros furtivos con su amante en el bosque o para recibir o enviar mensajes en citas clandestinas en los servicios de un hotel. Su piso es rutinariamente registrado por la policía secreta y su presencia siempre es percibida como un cuerpo extraño por todos y cada uno de los miembros de la suspicaz comunidad.
Hay dos Barbaras, la individualista y determinada que se concentra en conseguir su objetivo de salir del país y trata de ignorar el mundo que la rodea; y la doctora volcada en su labor con los enfermos. La película la llevará a una situación en que las dos facetas de la protagonista se verán irremediablemente confrontadas y solamente una podrá sobrevivir. Además del espionaje de provincias, la película, como es habitual en el cine de Petzold, está llena de suspense emocional, motivado principalmente por la presencia del doctor Reisner. ¿Es posible el amor en un lugar así, aunque sea en verano? Barbara es una película tan calculada narrativamente como el resto de las cintas del director alemán, una propuesta en la que cada elemento visual o sonoro, cada línea de diálogo, cada silencio o cada elemento de ambientación posee elementos de información narrativa y significado dramático, aunque la superficie sea la de una cotidianeidad aparentemente intrascendente.
La reconstrucción histórica de la época pretende alejarse de anteriores retratos que el cine alemán ha hecho de la RDA, una época y un lugar que se han fotografiado casi siempre a través de un filtro gris, sin color. Petzold, que nació en la Alemania occidental pero cuyos padres habían huido del este, la recuerda con más color, especialmente con unos tonos dorados bastante intensos que parecen salir de la misma naturaleza. A pesar de la atención al detalle, la reconstrucción histórica nunca toma protagonismo sobre los personajes, lo que sabemos sobre el futuro (la caída del muro de Berlín, la reunificación de Alemania) no permanece como un segundo plano que domina todos los acontecimientos, algo que ocurre en tantas y tantas películas ambientadas en el pasado. A menudo la Historia se presenta como un deus ex machina invisible que soluciona todos los problemas de los personajes, resuelve todos los conflictos, acabando con esta tiranía o aquella, haciendo posible esta libertad o la otra. Cuando termina la película, no sabremos que les ocurrirá a los personajes, en el este o en el oeste: su felicidad o infelicidad futura será un misterio tanto para nosotros como para ellos. La Historia puede tener sus causas, sus razones, puede que incluso sus patrones ocultos, pero la vida solamente puede vivirse en presente.
Histórica o no, Barbara es una cinta absolutamente relevante en el momento presente. Como todo el cine de su director, se desarrolla en un momento de lenta desesperanza, en un entorno en el que el futuro parece derrumbarse lentamente como un viejo edificio en ruinas. Aquí, el planteamiento dramático destaca por la intención de dar la vuelta al motor de casi todas las narraciones contemporáneas: la persecución de la libertad individual. Petzold quiere sugerir que no toda fuente de felicidad consiste en una realización plenamente individual.