La norteamericana Kelly Sears crea sus historias animando imágenes extraídas de viejas revistas. Parte del asombro que producen se debe a la recontextualización de sus materiales: fotografías creadas para el consumo efímero y destinadas a formar parte únicamente del presente, convertidas por el paso del tiempo en extraños artefactos históricos, portadoras de significados inesperados sobre la época que las ha producido. Principalmente porque revelan la presencia de las instituciones que dominan la cultura, una presencia que resultaba imperceptible en su momento, oculta por el brillo de las fotografías a color y la manera casual en que la ideología se infiltra en la vida cotidiana.
Las misiones espaciales son un curioso objeto arqueológico en esta misteriosa muestra de ciencia ficción que se desarrolla en el pasado, como si el futuro fuese un proyecto abandonado años atrás. La historia que cuenta no está, de todos modos, demasiado alejada de lo que ocurrió en realidad. Quizá por eso, algunos espectadores del festival de Sundance confundieron este corto con un documental y se preguntaron por qué no habían oído hablar antes de esos astronautas perdidos en el espacio y de esa canción venida de las estrellas que parece convertir a todo el que la escucha en un vagabundo sin dirección.