lunes, 28 de septiembre de 2015

Heimat. La nueva tierra

T.O: DIE ANDERE HEIMAT. CHRONIK EINER SEHNSUCHT
DIR: EDGAR REITZ
INT: JAN DIETER SCHNEIDER, ANTONIA BILL, MAXIMILIAN SCHEIDT, MARITA BREUER
ALEMANIA, 2013,  235'








Heimat es una de las grandes obras televisivas europeas. A través de tres entregas, emitidas respectivamente en 1984, 1992 y 2004, se desarrolla la vida del pequeño pueblo ficticio de Schabbach, situado en la cordillera de Hunsrück. Durante más de cincuenta horas de televisión, la serie recorre todo el siglo XX alemán a través de las vivencias de la familia Simon, cuyos conflictos y dramas se extienden y se anudan a la manera de una caudalosa novela río decimonónica. Siendo la historia alemana la que es, resultaba inevitable que Heimat fuera acogida con cierta polémica, una polémica que se encuentra ya en el mismo título. Heimat significa patria, algo que invita a ver la serie como una exploración de la identidad nacional alemana y no como una muestra más de melodrama rural de corte realista. Además, parece hacer algún tipo de referencia al género conocido como Heimatfilm, un ciclo de películas caracterizadas por el idealismo rural y el simplismo moral con las que los alemanes se lamieron las heridas tras la derrota en la segunda guerra mundial. Las Heimatfilm proponían una Alemania idílica y pastoril, racialmente homogénea. Un edén de pureza en las montañas al que no llegaban los sucios conflictos urbanos que terminaron en la tragedia de la guerra.

    ¿Es la referencia a las Heimatfilm un apunte irónico o pretende Edgar Reitz revivir la identidad nacional apoyándola en una idealización de la vida rural?  La polémica acompañó a Heimat desde su estreno y en cada una de sus sucesivas entregas. A mediados de los años ochenta, Thimothy Garton Ash escribía en The New York Review of Books “Cuando se muestran los años treinta como una edad dorada de prosperidad en el campo alemán, cuando se muestra a los alemanes como víctimas de la guerra, es inevitable preguntarse ¿Qué hay del otro bando? ¿Qué hay de Auschwitz?  ¿Dónde está el juicio moral del director? (…) Esta es una película acerca de lo que los alemanes recuerdan. Algunas cosas las recuerdan a todo color. Algunas en sepia. Otras prefieren olvidarlas. La memoria es selectiva. La memoria es parcial. La memoria es inmoral.”  Heimat es melodramática sin llegar a ser sentimental, y en su exaltación del vínculo con la naturaleza, del sentido de la comunidad rural y de un sentido casi místico de la individualidad resulta decididamente romántica, en el sentido de ese romanticismo que se convirtió en la filosofía nacional de Alemania a lo largo del siglo XIX. Pero como advierte Rüdiger Safranski “El romanticismo triunfa sobre el sentido de realidad. Es bueno para la poesía y malo para la política”


Edgar Reitz nos introduce en un pequeño pueblo alemán a mediados del siglo XIX
    Heimat es la obra de Edgar Reitz. Reitz nació en 1932 en Morbach, un pequeño pueblo de las Hunsrück. Su padre era artesano y regentaba un taller de relojería. Mientras que su hermano Guido heredaba la profesión y el taller de su padre, Edgar se fue a Munich a continuar sus estudios, una trayectoria que resulta paralela a la de personajes de Heimat como Paul Simon y Herrmann Simon. Reitz comenzó a trabajar en el cine en oficios técnicos, más tarde se convirtió en uno de los integrantes del nuevo cine alemán, compañero de generación de Wim Wenders, Werner Herzog, Rainer Werner Fassbinder o Volker Schlöndorff. Sin embargo, no logró reconocimiento internacional hasta su incursión en la televisión, con la primera entrega de Heimat. Desde entonces, su carrera se ha centrado exclusivamente en las crónicas de Schabbach. Ahora, con más de ochenta años, presenta una nueva entrega que aparece como un prólogo y también como una culminación. Heimat. La nueva tierra es una película para cine de cerca de cuatro horas de duración que se traslada al Schabbach de mediados del siglo XIX, un lugar empobrecido en el que los campesinos se ven sometidos a las duras condiciones naturales y al poder arbitrario que ejercen los nobles locales. En el horizonte aparece la posibilidad de la emigración, y las laderas de las Hunsrück son surcadas a menudo por carromatos repletos de enseres que avanzan trabajosamente hacia un futuro lejano al otro lado del océano.

    La película se centra en la vida de dos hermanos, Jacob y Gustav Simon, antepasados de los Simon que protagonizan las tres entregas anteriores de la serie. Son los hijos del herrero de Schabbach, y no podrían ser más diferentes. Jacob, soñador, prefiere perderse en los libros sobre tierras lejanas y en los bosque que rodean el pequeño pueblo, estimulando su imaginación con historias de ciudades en la selva y dialectos indígenas y con las figuras entrevistas a través de las ramas de los árboles, bajo el resplandor de la luna llena. Él será nuestro principal guía en este mundo, gracias a la narración que nos aportará a través de las páginas de su diario. Su hermano Gustav vuelve a Schabbach tras servir en el ejército prusiano y pretende ocuparse de la herrería junto a su padre. Es práctico, directo, rudo, supone un nítido contraste con respecto al delicado y reservado Jacob. La posibilidad de la emigración aparecerá ante los dos hermanos de una manera completamente diferente. Para Jacob es una visión cercana al sueño en la que encuentra la promesa de aventuras y deslumbramientos, la posibilidad de huir lejos de la insatisfactoria vida de su pueblo. Para Gustav, la inmigración es una salida desesperada ante la pobreza y las duras condiciones de vida de su tierra, una salida que se presenta repleta de decisiones difíciles y de grandes esfuerzos para él y para su familia.



Jacob Simon, un muchacho soñador y sentimental

 La vida de los dos hermanos configura el tejido narrativo de la película, en el que se entrelazan peripecias amorosas y tragedias familiares, escenas de intimidad y ceremonias colectivas. Mientras la narración hace suceder los acontecimientos con agilidad, la principal preocupación de Reitz es introducir al espectador en el mundo que habitan los personajes de la película. Ayuda a ello el detallismo de una ambientación envolvente y una mano hábil a la hora de perfilar una multitud de personajes secundarios, a los que terminamos reconociendo como viejos conocidos. La inmersión en el lugar y en la época es más intensa en la gran variedad de escenas colectivas que hacen avanzar la película y en la que los aspectos públicos y privados de la vida de los habitantes del pueblo aparecen entrelazados. Las celebraciones de la cosecha propician los encuentros de los amantes y también desencadenan protestas frente a los abusos de los nobles. Las bodas sellan expectativas de futuro que anteriormente se hallaban en el aire y los funerales infantiles convierten el dolor íntimo en una ceremonia de aflicción colectiva.  Ese mundo en que nos sumerge Reitz posee una gran materialidad física. Schabbach es un pueblo de campesinos y artesanos, en el que los oficios son una parte esencial de la identidad individual. Las imágenes nos transmiten el calor de una forja al rojo vivo, la mecánica de poleas y contrapesos con la que se muele el grano, la fatiga de las largas jornadas de siega y recolección.

Las caravanas de carromatos comienzan a ser parte habitual de las Hunsrück 
    La antigua polémica política que ha acompañado las anteriores entregas de Heimat se diluye en La nueva tierra. Primero, porque la vinculación al nazismo resulta más difícil cuando los personajes viven varias generaciones antes del ascenso al poder  de Adolf Hitler. Y segundo, porque el comentario político que se desprende de esta última entrega hace referencia de manera oblicua a otros conflictos políticos muy presentes en la sociedad alemana actual. Por un lado, Reitz parece haber creado su película para recordarles a los alemanes que hubo una época en la que eran ellos quienes buscaban una vida mejor en tierras extrañas, movidos por la necesidad y la falta de oportunidades. Alemania no poseía colonias, algo que limitaba las posibilidades de sus ciudadanos a la hora de buscar su destino, por lo que debían acogerse a la generosidad de alguna potencia extranjera. El Brasil del emperador Pedro II, que necesitaba mano de obra y pobladores para sus extensiones de selva virgen apareció como una posibilidad atractiva para decenas de miles de alemanes a mediados del XIX. Por otra parte, la intolerancia religiosa hace acto de presencia a través del tratamiento que recibe Lena, la hermana de Jacob y Gustav, cuyo crimen ha sido casarse con un católico. El enfrentamiento entre católicos y protestantes puede ser cosa del pasado en la Alemania actual, pero la intolerancia religiosa ha adoptado nuevas formas en este comienzo de siglo.

    Continuando con la estética de recreación de la memoria que caracteriza a la serie, La nueva tierra está rodada en blanco y negro, el blanco y negro de los grabados y la fotografía decimonónica, un blanco y negro en el que irrumpen destellos de color que rompen el realismo de la narración y nos señalan un mundo subjetivo y fantástico, un mundo que presenta las huellas de la imaginación romántica. Es el fulgor de un cometa que convoca la presencia de lo sobrenatural y el asombro científico, es el filtro ambarino de una piedra preciosa que parece cambiar la realidad de quien se la pone ante los ojos, es el destello azulado de una vela sobre las paredes entre las que la mente de Jacob se halla poseída por la imaginación creadora. La capacidad inmersiva de la película se ve potenciada por  el uso constante  de la steadicam, que se mueve de manera ágil y fluida por los escenarios, entre los personajes, introduciéndonos en medio de sus vidas, en la agitación de los bailes populares o en la melancolía de los preparativos de la marcha a tierras lejanas. El estilo de Reitz es sencillo y directo,  potencia la agilidad narrativa antes que la contemplación estética y no puede ocultar sus orígenes televisivos, si bien la manera envolvente con la que Reitz relaciona las peripecias personales con la historia colectiva tiene huellas de la novela realista que, editada por entregas, comenzaba a hacer furor en la misma época que nos muestra la película. El equilibrio entre la intención realista y la irrupción ocasional de elementos románticos dota a La nueva tierra de un tono especial y único, en el que la atmósfera de la época se captura a través tanto de sus condiciones sociales como de los usos de la imaginación.