sábado, 8 de noviembre de 2014

Los Boxtrolls

T.O: THE BOXTROLLS
DIR: ANTHONY STACCHI, GRAHAM ANNABLE
ANIMACIÓN, EEUU, 2014, 96'
  
Los aficionados al cine de animación con personalidad propia están atentos a las novedades de los estudios Laika desde que hicieran su aparición en las carteleras con su primer largometraje, Coraline. Las tres películas producidas por el estudio de Oregón hasta la fecha poseen un marcado carácter y una destacable idiosincrasia visual, algo que se debe en gran parte a su fidelidad hacia  la tradicional técnica del stop-motion. Coraline (2009), dirigida por Henry Selick a partir de la novela de Neil Gaiman, es hasta ahora su mayor logro: uno de los mejores ejemplos de la utilización expresiva del 3D, al servicio de una historia sobre las incertidumbres de esa tierra de nadie entre la infancia y la adolescencia. Tres años después, ParaNorman confirmó la debilidad de los artesanos de Laika por los universos desconcertantes, además de su determinación de afrontar las implicaciones más serias que plantean sus historias, especialmente  en temas como el uso de la violencia y sus consecuencias.

Los Boxtrolls, el tercer largometraje estrenado por Laika, se basa en la novela ilustrada Here Be Monsters, de Alan Snow. Los encargados de llevarla a la pantalla han sido Anthony Stacchi y Graham Annable, dos veteranos de la industria con más de veinte años de experiencia como animadores y dibujantes de storyboards. La animación ha sido creada una vez más mediante marionetas, aunque la técnica más artesanal del cine de animación se ve en este caso realzada a través de métodos mucho más avanzados: las figuras de los personajes han sido elaboradas mediante impresoras 3D y la película emplea generosamente las imágenes generadas por ordenador, especialmente para dar vida a los fondos y aportar así mayor profundidad al extraño mundo en que viven los personajes. 


 
Ese mundo es Cheesebrigde, una ciudad de pequeñas casas apelotonadas de manera imposible sobre una roca puntiaguda, surcada por calles serpenteantes de adoquines negros. Un escenario vagamente victoriano, vagamente centroeuropeo, que nos recuerda a la ambientación de algunas películas de Tim Burton. Los habitantes de esa ciudad son notablemente estirados, y le dan una gran importancia a todo lo que tenga que ver con el queso. También mantienen una curiosa jerarquía expresada mediante  el color de sus sombreros. Pero bajo las calles viven unas extrañas criaturas, los Boxtrolls, que salen por las noches para rebuscar entre la basura. Se visten con cajas de cartón y emiten unos extraños sonidos parecidos a gárgaras; en su refugio subterráneo se dedican a la construcción de toda clase de artefactos que elaboran con los trastos viejos que recogen en la basura. Los Boxtrolls son felices cuando tiene en sus manos algo que lleve una ruedecilla, una palanca o cualquier clase de mecanismo por simple que parezca.

A pesar de que los Boxtrolls son criaturas naturalmente inofensivas, los habitantes diurnos de Cheesebrigde los contemplan con auténtico pavor. Se cuentan todo tipo de leyendas acerca de niños devorados, acerca de huesos humanos empleados como decoración, acerca de ceremonias siniestras. Gran parte de esas historias son instigadas por el hombre que se encarga de perseguirlos, el malvado Archival Brirlante, un pomposo arribista que sueña con cambiar de sombrero y que tiene una segunda actividad como cantante de variedades bajo el nombre artístico de Miss Frou Frou. Junto a los Boxtrolls vive una pequeña criatura humana llamada Eggs, criada por los pequeños chatarreros como si fuese uno de ellos. Eggs crece viendo disminuir la población de Boxtrolls gracias a los esfuerzos de Birlante y decide hacer algo al respecto. Para ello contará con la ayuda de Winnie, la hija del inútil alcalde de la ciudad, una pelirroja algo cursi aunque decidida. 



   

 Como corresponde a un trabajo esencialmente artesanal, el detallismo de la ambientación es uno de sus principales atractivos: la rugosidad de las paredes de ladrillo, la ligera humedad sobre los adoquines, las vetas de la madera se convierten en texturas táctiles y sensibles. Sin embargo, el argumento que se desarrolla en este mundo tan finamente detallado está delineado con trazos más amplios: se reproducen algunos desarrollos habituales típicos de las aventuras infantiles (como el de la raza sometida que recupera la libertad gracias a un líder de la etnia dominante) y durante el proceso nos encontraremos con algunos discursos y unas cuantas lecciones que aprender. En general, es una película con un tono bastante ligero en el que el peligro nunca se hace ralamente angustioso y los villanos tiene una apariencia divertida y bufonesca.

    Todo eso no tiene por qué ser necesariamente malo. Si las anteriores películas de los estudios Laika se dirigían principalmente al público preadolescente, Los Boxtrolls está enfocada inequívocamente a los espectadores más pequeños. Particularmente, las criaturas que le dan el título resultarán indudablemente atractivas para los niños de cuatro a seis años, gracias a su divertida expresividad gruñona, su carácter curioso y juguetonamente incansable y, especialmente,  su habilidad para transformar todos los objetos que encuentran a su alrededor, con especial debilidad por las cajas de cartón. Por supuesto, no solamente los niños pequeños pueden encontrar afinidad con esos ensimismados personajes: no dejan de tener cierto parecido con los mismos artesanos que la han creado, criaturas ellas mismas absorbidas por la tarea de manipular pacientemente objetos y materiales con la esperanza de hacer surgir formas caprichosas y extraordinarias.