martes, 12 de noviembre de 2013

La vida de Adèle

T.O: LA VIE DE ADÈLE CHAPITRES 1 & 2
DIR: ABDELLATIF KECHICHE
INT: ADÈLE EXARCHOPOULOS, LEA SEYDOUX
FRANCIA, 2013, 175'



La vida de Adèle comienza un día cualquiera de cielo gris cuando la protagonista, con quince años, corre para coger el autobús del instituto. No lo logra, se sube al tren, su rostro medio dormido se refleja en la ventanilla. Es esa clase de día cualquiera de la adolescencia, bullicioso y monótono. Los estudiantes se aburren en clase de literatura, el profesor lee un fragmento de La vie de Marianne, una novela dieciochesca de Marivaux. Es un fragmento sobre un encuentro fugaz, una mirada casual de significado incierto que deja en el aire posibilidades de respuesta, de reacción. Podemos ver a Adèle (Adèle Exarchopoulos)  concentrada en las palabras del profesor, los requiebros arcaicos del lenguaje estimulando la imaginación sobre las posibilidades de su propia vida. La rutina de su día continúa con cuchicheos en el comedor, juegos de miradas con algún chico, la exploración de las relaciones propia de su edad. Pero el texto de Marivaux cobra vida como si formara parte de alguna clase de destino cuando, cruzando un paso de cebra, se encontrará con una joven de pelo azul, una chica risueña y vivaz  que sonríe cogida de la mano de otra chica. Sus miradas se cruzan al pasar, sus cabezas se giran de forma curiosa, y la huella de ese momento permanece en la memoria de Adèle, de forma poderosa, obligándola a descubrir aspectos desconocidos de sí misma. Ese encuentro casual se produce cuando Adèle acudía a una cita con un chico. Usando un recurso poco característico del cine de Kechiche, la escena tiene como banda sonora el ritmo alegre y metálico de la percusión de un músico callejero con el que la joven se había cruzado unos instantes antes. Parece como si el director necesitase algo más que su habitual puesta en escena hiperrealista para dramatizar ese momento, la clase de apoyo emocional que suele proporcionar la música.

La vida de Adèle, basada en la novela gráfica El azul es un color cálido, de Julie Maroh, es la narración del paso de la adolescencia a la edad adulta de una mujer de nuestro tiempo. Conocemos a Adèle con quince años, en el proceso de descubrir su propia personalidad, y la dejamos atrás cuando ya ha cumplido los veintitrés,  ha logrado cumplir su vocación y se ha convertido en maestra. Su educación sentimental consiste en una relación que se extiende durante unos seis años con la chica del pelo azul, Emma (Lea Seydoux). Emma es algo mayor que ella, en un momento de la vida en que esas diferencias de edad se traducen en significativas diferencias en la experiencia. Estudia cuarto de bellas artes y proviene de una familia de la alta burguesía que apoya sus inclinaciones artísticas y personales. En cambio, Adèle tiene que presentar a Emma a sus padres como una amiga que le ayuda con las clases de filosofía. En la cama, esas diferencias dejan de tener importancia: Kechiche filma sus relaciones  sexuales en unas secuencias ya famosas por su longitud y su detallismo, tratándolas como una parte esencial de la experiencia vital de sus protagonistas, especialmente de la experiencia de madurez de Adèle.


 

En francés, La vie de Adèle tiene un subtítulo: Chapitres 1 & 2.  Una elipsis de varios años que se produce en el centro de la película es el elemento de separación entre las dos partes. El capítulo uno se corresponde con la efervescencia adolescente, una etapa de emociones desbordantes. Es un momento en el que una conversación sobre un filósofo muerto abre nuevas posibilidades intelectuales y en el que explorar placeres desconocidos es una forma de autodescubrimiento. El capítulo dos nos muestra el inicio de la edad adulta, la asunción de responsabilidades, la necesidad de conciliar las expectativas con la realidad, la comprensión d e los límites que las propias elecciones implican. Es una narración de la formación del carácter para una época en la que el carácter se ha convertido en algo disperso, inestable e incierto, sometido a constantes redefiniciones. Kechiche filma a Adèle aprehendiendo experiencias, emocionales, físicas e intelectuales. Escuchando a su profesor de literatura sueña en convertirse en alguien como él, descubriendo los textos de Marivaux o Antígona siente como sus experiencias conectan con una cultura muy anterior a su existencia. Explorando el cuerpo de Emma con su boca encuentra la forma más plena de existir en el presente. Es una historia de maduración a comienzos del siglo XXI, en la que la definición de una identidad sexual es un elemento importante de la formación de la personalidad, y las diferencias culturales entre una clase acomodada culta y una clase obrera que desconfía del mundo intelectual determinan las relaciones entre dos chicas que provienen de entornos tan diferentes. El sexo es el terreno de juego más personal en su relación, la cama como el lugar donde las diferencias sociales se anulan y el hecho de compartir placer físico es un vinculo puramente personal en el que, por un momento quizá demasiado breve, dos seres humanos pueden abstraerse de todos los condicionamientos sociales. 




Como es habitual en el cine de Kechiche, la película se estructura a través de largas escenas que se desarrollan casi en tiempo real, y en las que la cámara se acerca lo más posible a los rostros de las actrices. La trama de la película avanza de manera a veces caprichosa, los personajes secundarios aparecen y desaparece: el confidente gay de Adèle en el instituto, sus amigas cotillas y fácilmente escandalizables, incluso sus padres, tiene un enorme protagonismo en algunas escenas para desaparecer abruptamente de la película. Lo más importante para el director es la evolución de su protagonista, los pasos que da en el desarrollo de su personalidad, aunque a veces sean imprecisos e inciertos. En su tarea, cuenta con la colaboración imprescindible de Adèle Exarchopoulos, un descubrimiento de primer nivel que se une a la larga lista de intérpretes que hemos conocido gracias al cine del director franco-tunecino. Exarchopoulos, de diecinueve años, logra comunicar de manera natural la transformación de una adolescente inquieta en una joven mujer adulta que logra cierta serenidad, algo que resulta especialmente notable si tenemos en cuenta su edad. Lea Seydoux, a pesar de sus publicitados enfrentamientos con el director, logra una de sus mejores interpretaciones, destacable sobre todo por la manera en que su caracterización se aparta de su imagen más conocida como joven estrella del cine francés. Su Emma es un personaje enérgico y carismático, su cultura y su seguridad en sí misma son facetas de su personalidad que atraen a Adèle. En las escenas que comparten juntas, especialmente en su proceso de acercamiento emocional, la química entre las dos actrices es extraordinaria. 


Adèle Exarchopoulos
Gracias a ella, esta película se convierte en la descripción de un proceso de crecimiento que es tanto físico como intelectual. Es la historia de una chica que alimenta su vocación de convertirse en profesora escuchando los clásicos literarios en las clases del instituto. El aspecto físico no solamente se refiere al sexo: una de las escenas de mayor  fisicidad de la película consiste en el momento en que la familia de Adèle se reúne para comer un plato de espaguetis con tomate preparados por su padre. (Kechiche presta especial atención a la boca de sus protagonistas, especialmente a la de Exarchopoulos, mientras come, besa, lame o muerde). La necesidad de reflejar un crecimiento emocional e intelectual lleva a nuevos territorios el cine de Kechiche y le variar sus herramientas de trabajo. Además de la escena del primer encuentro de las muchachas, el director recurre a la música de acompañamiento en dos breves momentos, casi imperceptibles, pero significativos. Antes hemos visto una escena inédita en la obra del gran naturalista cinematográfico de nuestro tiempo. Después de ver fugazmente a la chica de pelo azul en el paso de cebra, y tras una cita algo frustrante con un chico, Adèle se sorprende teniendo una fantasía con la desconocida. En una secuencia de masturbación (que es una de esas raras escenas sexuales que sirven para mostrar la evolución dramática de un personaje), la protagonista oscila entre la excitación, la sorpresa y el descubrimiento. Kechiche nos hace ver a Emma junto a ella, la imaginación sexual representada con el mismo estilo directo y naturalizado del resto de la película. Es una escena en la que los límites entre el mundo físico y el mundo de la imaginación se difuminan, y cada uno de ellos invade el territorio del otro.