sábado, 14 de marzo de 2009

Vals con Bashir

T.O: Vals im Bashir
Dir: Ari Folman
Int: Ari Folman, Ori Sivan, Ron Ben-Yishai
Israel, 2008, 90'



“VALS CON BASHIR siempre fue un documental de animación. Hacía varios años que había tenido la idea, pero rodarlo en imágenes “reales” no me convencía. ¿Qué habría sacado? Un hombre de cuarenta años entrevistado sobre fondo negro, contando historias de hace 25 años, sin una sola imagen de archivo para ilustrar sus palabras. Habría sido un aburrimiento. Por eso la animación me pareció la única solución, porque concede una gran libertad imaginativa. La guerra es muy irreal, la memoria es muy ladina, más valía hacer semejante viaje con la ayuda de buenos grafistas.”

Recuerdos y olvidos
Está claro desde el principio que “Vals con Bashir”, el tercer largometraje del israelí Ari Folman, no trata sobre la primera guerra del Líbano, ni siquiera sobre el episodio de esa guerra conocido como la masacre de Sabra y Chatila: un campo de refugiados palestinos arrasado por los falangistas cristianos en represalia por el asesinato de su líder Bashir Ghemayel, observados con indiferencia cómplice por el ejército israelí.
El eje que articula la película es el recuerdo, la memoria en primera persona del propio Folman, quien participó durante su servicio militar en esa guerra, y que comprueba con estupor, más de veinte años después, que sus recuerdos sobre su participación en el conflicto parecen haberse borrado.

A partir de un recuerdo confuso que vislumbra en medio de un sueño, en el que él y otros jóvenes soldados se bañan desnudos en una playa durante la noche, Folman irá interrogando al resto de sus compañeros de armas, con el fin de saber exactamente qué hizo en esa guerra. Los personajes, y las entrevistas, son reales, aunque el director las reconstruye con una chocante técnica de animación que mezcla 3d, flash y animación tradicional, mediante la cual los recuerdos surgen con una potente carga surrealista y la experiencia de la guerra se muestra como una alucinación subjetiva.

“Vals con Bashir” no es una película especialmente valiente en lo que se refiere al tratamiento de la política exterior del estado de Israel: al fin y al cabo, denuncia unos hechos de los que el ejército israelí no fue directamente responsable, y cuestiona una intervención militar de la que la sociedad israelí ya ha aceptado como un error: “Es una enorme mancha negra en nuestra historia. Incluso estoy dispuesto a apostar que Ariel Sharon, actualmente en coma, habría dado lo que fuera para reescribir la historia e impedir esta expedición sin sentido que tanto defendió.” Sin embargo el valor de esta película consiste en plantear las huellas que deja en la memoria cualquier conflicto bélico.

La construcción de la memoria
Un país como Israel, en el que el ejército tiene una importante presencia en la sociedad, en el que la experiencia militar forma parte de la vida de la mayor parte de hombres y mujeres, que además en muchos casos se ven obligados a intervenir en algunos de los numerosos conflictos de esa zona de oriente medio, debe afrontar un grave coste social, huellas psicológicas de la violencia en forma de traumas, pesadillas recurrentes o vacíos de memoria. Al narrar su propia experiencia, Folman abre el debate sobre los costes sociales en su propio pueblo de la potencia militar israelí.

Cinematográficamente, su valor radica en el empleo de las técnicas de animación como modo de representación del recuerdo. El estilo de animación de la película es muy limitado, es decir, las imágenes están “muy poco animadas”, para entendernos. La inusual mezcla de técnicas busca la sorpresa y el choque, a lo que también contribuye la mezcla de estilos musicales en la banda sonora. Las bombas, los tiroteos, las noches iluminadas por bengalas aparecen como experiencias puramente subjetivas que en la mente de los jóvenes soldados toman tintes psicodélicos o terroríficos. “Vals con Bashir” construye el recuerdo, porque como explica el psicólogo Ori Sivan en la película, la memoria no funciona como un archivo, sino como un mecanismo que reconstruye activamente experiencias en el mismo acto de recordar. El dibujo es para Folman su manera personal de reconstruir sus experiencias.

La huella del holocausto
La memoria como ejercicio de construcción es también un sutil ejercicio psicológico que evita conservar recuerdos que puedan poner en peligro la propia identidad. Por así decirlo, la memoria emplea un filtro protector. Algo parecido puede ocurrir con una identidad nacional, especialmente la de una nación tan reciente como el estado de Israel. La primera guerra del Líbano fue la mancha negra en la historia de la que hablaba Folman porque fue la primera intervención militar israelí que no se llevó a cabo como respuesta a un ataque previo. Hechos como esos son capaces de resquebrajar una identidad en la que el Holocausto es el hecho fundacional.

El recuerdo de la experiencia nazi toma cuerpo, inevitablemente, en “Vals con Bashir”: es la memoria común de todos los judíos que viven en Israel, un estado construido precisamente para que aquellos hechos no volvieran a repetirse. Esas memorias surgen cuando el joven soldado Folman, cuyos padres fueron prisioneros de los nazis en Polonia, contempla los campos de refugiados palestinos. Y el hecho de que el ejército israelí no participe directamente en la masacre resuena como el eco de una de las más graves acusaciones que se han hecho a la sociedad alemana durante el régimen nazi: la pasividad e indiferencia con la que la Alemania de a pie afrontó la matanza de millones de judíos.

Por supuesto, el recuerdo se detiene justo antes de llegar a ser verdaderamente doloroso, pero las grietas identitarias que refleja “Vals con Bashir” son materia para el debate social. Una sociedad en la que hombre de mediana edad, con familia y trabajo, se despiertan en mitad de la noche acosados por pesadillas, o tienen extrañas lagunas en la memoria de sucesos que ocurrieron veinte años atrás, o bien sufren repentinas ráfagas de recuerdo. Puede que, dada la indignación con la que se observa desde esta parte del mundo las maniobras bélicas de Israel (más aun después del terrible ataque sobre Gaza llevado a cabo hace sólo unos meses) todo esto parezca simplemente una crítica blanda, pero su manera de mostrar el coste social de una intensa actividad militar aporta un nuevo enfoque sobre un tema que suele tratarse de una manera más bien simplificadora.