lunes, 11 de mayo de 2015

Mandarinas

T.O: MANDARIINID
DIR: ZAZA URUSHADZE
INT: LEMBIT ULFSAK, GIORGI NAKASHIDZE, ELMO NÜGANEN, MISHA MESKHI.
GEORGIA-ESTONIA, 2013, 87'






La caída de la Unión Soviética desencadenó una gran cantidad de conflictos territoriales mediante los que diferentes etnias, nacionalidades o estados recién constituidos trataban de repartirse los escombros del antiguo territorio soviético. Casi hacía falta ser un experto en las relaciones internacionales de la región para entender con claridad que ocurría en cada momento. La guerra de Abjasia, que se desarrolló entre 1992 y 1993, fue uno de esos conflictos, y sus heridas aún no se han cerrado del todo. En Mandarinas, esa guerra es una escaramuza sucia y confusa en un recodo de un camino embarrado y frío, en la que el intercambio de disparos puede desencadenar consecuencias no previstas para ninguno de los combatientes.

Ivo (Lemvik Ulsaf) es un anciano estonio que se niega a abandonar el viejo asentamiento en Abjasia donde  el que ha vivido toda su vida, a pesar de que todos sus vecinos e incluso su familia hayan regresado a su tierra al comenzar la guerra. Se acerca la primavera e Ivo, que hace todo lo que puede por mantenerse alejado del conflicto, solamente piensa en ayudar a su amigo Margus (Elmo Nüganen) en la cosecha de las mandarinas. Un intercambio de disparos hará que termine acogiendo en su casa a dos heridos, un joven soldado georgiano llamado Mika (Misha Meskhi) y su enemigo, un mercenario checheno llamado Ahmed (Giorgi Nakashidze). La situación es tensa, pero Ivo se las arregla para establecer unas pequeñas Naciones Unidas bajo su techo, al menos durante la duración de la convalecencia. Ivo, cuyo rostro tallado por los años transmite su convicción en un humanismo sereno, forjado probablemente a partir de experiencias dolorosas, se convierte en juez y a la vez en testigo de una situación en la que los enemigos, al compartir un espacio próximos, descubrirá que quizá no estaban tan alejados como parecía. Despojados momentáneamente  de toda la parafernalia del nacionalismo, la religión y demás propaganda, Mika y Ahmed deberán recurrir a los más básicos mecanismos humanos de la empatía.

Mandarinas está rodada por Zaza Urushadze con un estilo clásico y sereno, detallista y elegante. La mirada del director se identifica claramente con la de su protagonista, el estoico y sabio Ivo, a través de un drama emotivo que nunca cae en el sentimentalismo. Es una película cuyo humanismo apunta más allá del conflicto concreto en que se desarrolla para convertirse en un estudio de la condición humana: retrata de manera efectiva y emocionante la manera en que los hombres se identifican entre ellos en la cercanía y las barreras que interponen entre ellos (lenguajes, banderas, religiones) en la distancia. Hay desde luego, esperanza y confianza en la humanidad a pesar de todo, pero no es un optimismo ingenuo, sino que surge, como la serena mirada de su protagonista, de la consideración de las experiencias dolorosas y de la constatación de los efectos absurdos de la violencia.