T.O: THE MASTER
DIR: PAUL THOMAS ANDERSON
INT: JOAQUIN PHOENIX, PHILIP SEYMOUR HOFFMAN, AMY ADAMS
EEUU, 2012, 144'
Freddie Quell (Joaquin
Phoenix) es un marino a la deriva. Incapaz de incorporarse a la vida civil después
de la segunda guerra mundial, sufriendo estrés postraumático, contesta a las
preguntas sobre su vida de los psiquiatras del hospital militar desconfiando de
sus palabras. No hay respuestas correctas, le dicen, él sospecha que si las
hay, aunque no sepa cuales son. Su actitud es una especie de agresividad
defensiva. Con su risa nerviosa, el labio superior volcado hacia arriba en una
especie de sonrisa sardónica, los músculos alerta y en tensión, esperando que
cualquier enfrentamiento reconvierta en un altercado físico, y la mirada
desviada, se mantiene constantemente entre el estupor alcohólico y la neblina
de la resaca. Vagabundea por varios trabajos en la floreciente economía de
posguerra, en ninguno de ellos logra mantenerse demasiado. Como fotógrafo en
unos grandes almacenes demuestra lo lejos que se encuentra de la clase media y
la sociedad de consumo que despegaba en los Estados Unidos. Prueba suerte como
jornalero en unos campos de verduras, pero tiene que acabar huyendo después de
envenenar a uno de sus compañeros con una de sus extrañas mezclas de alcohol
casero, elaboradas con cualquier producto químico que encuentre a mano, desde
combustible de misiles hasta disolvente de pintura. Su único impulso en todo
ello parece ser sexual: quiere follar. En cualquier lugar, en cualquier momento,
la urgencia sexual es el único motor de su vida. Sus sucesivos intentos con varias
mujeres casi resultan cómicos entre la torpeza y la franqueza animal.
Anderson y Phoenix basaron su creación de Quell en dos documentales: Let There Be Ligh, de 1945, en el que
John Huston explora los hospitales psiquiátricos en los que se trataba a los
soldados que volvían del frente después de la guerra (Un encargo del gobierno
de Estados Unidos, este documental se mantuvo oculto hasta finales de los años
setenta por su impacto emocional); y On
the Bowery, de 1965, en el que Lionel Rogospin retrata la población
alcohólica de ese barrio neoyorkino, incluyendo unos cuantos casos de antiguos
soldados golpeados por el trauma. Quell es un desecho humano, un amasijo de
nervios e instintos en perpetua trayectoria descendente, que provoca una mezcla
de compasión y temor en quienes le rodean. Su andar sin rumbo se refleja en
unos movimientos descoordinados, en una total ausencia de dirección corporal. Su
voz se desliza a menudo hacia el murmullo ininteligible; sus frases suelen
quedan interrumpidas por risas o por un súbito silencio. Un día de 1950, quizá
sintiendo nostalgia del mar, quizá huyendo del suelo firme bajo sus pies, se
cuela en un yate en el que se celebra una boda. Al día siguiente, conoce al
hombre que dice estar al mando: Lancaster Dodd (Philip Seymour Hoffman), quien se presenta como “escritor, médico, físico nuclear y teórico
de la filosofía. Pero sobre todo, soy un hombre, un hombre desesperadamente
inquisitivo, como tú”
Lancaster
Dodd es una figura carismática, un líder religioso cuyo culto, La Causa, habla
de viajes en el tiempo, vidas pasadas y curas para el cáncer. Sostiene que es
capaz de lograr que sus seguidores alcancen la perfección humana, que
identifica con estado de pureza primitiva. Logra todo eso mediante su presencia
y el uso expresivo de su voz, mediante el empleo de la retórica y la persuasión.
Es una figura que busca estar en control de su expresividad. Se mueve de manera
firme y serena, habla como si sus palabras fuesen a ser recogidas y fijadas para
el futuro, de hecho dedica bastante tiempo a grabar su propia voz. Su encuentro
con el antiguo marino es tan improbable como providencial. Al fin y al cabo, un
sujeto tan perdido como éste puede ser ideal para poner de manifiesto las
supuestas virtudes de su doctrina. O quizá se trate de que todo líder necesita
un acólito, alguien que dependa completamente de él, para demostrarse a si mismo su capacidad de dominio. En todo
caso, Dodd acoge a Quell como “protegido
y conejillo de indias”, en sus propias palabras.
P.T Anderson montó estos clips promocionales de la película con escenas no utilizadas en el montaje final.
Lancaster Dodd siempre está preocupado por el efecto que causa su presencia |
The Master está rodada con película de
70mm, el formato que se suele asociar con películas épicas del estilo de Lawrence de Arabia, pero es un drama que
se desarrolla en gran parte entre cuatro paredes, entre dos personajes.
Significativamente, renuncia al uso de la pantalla ancha que por lo general se
asocia con el 70mm: el formato de proyección es 1:1’85. Una elección lógica, si
tenemos en cuenta que la mayor parte de la película descansa sobre primeros
planos de sus protagonistas, a menudo con escasa profundidad de campo. El resto
de los personajes ocupan el fondo, a menudo fuera de foco, desplazados del
espacio dramático por la presencia magnética de Dodd. Peggy(Amy Adams), la
mujer del maestro, hace del equilibrio entre mantenerse en un segundo término,
casi como figuración, a reclamar
el primer plano de la acción la razón de ser de su personaje. Mantiene la
apariencia de esposa del gran hombre, hasta que se revela como la mujer que
tomas muchas de sus decisiones, llegando a dictarle su nueva obra. En una
secuencia, reafirma el dominio sobre su marido masturbándole sobre el lavabo
mientras le advierte que puede hacer lo que quiera, con quien quiera, mientras
ella no se entere y nadie que ella conozca se entere. De esta manera, vemos
como el matrimonio cambia su equilibrio de poder según se encuentre en público
o en privado.
El vínculo entre los dos protagonistas los convierte en interdependientes. |
La
doctrina de La Causa queda en un segundo plano. Lo único que sabremos es que no
termina de ser demasiado coherente. Val, el desapegado hijo mayor del maestro,
sugiere que su padre se la va inventando sobre la marcha. A pesar de la jerga
oscura que se utiliza, algunos agujeros se hacen evidentes para sus seguidores,
lo que agudiza la paranoia de Dodd. Por ello, la doctrina de ambiciones
cósmicas de Dodd va a encontrar una prueba de su valor en el muy terrenal
vínculo que le une a Quell. Al fin y al cabo, si es capaz de lograr que ese
marginado olvidado por todos encuentre su lugar en el mundo, ¿Cómo sería
posible dudar de su poder? Dodd
impone la presencia de su protegido a pesar de las reticencias de sus allegados.
La relación entre el guía espiritual y su alumno se define a través de gestos,
de tonos de voz, de tener la capacidad para aguantar la mirada o no hacerlo, es
una relación marcada por las modalidades de la retórica, del sentido del espectáculo.
Quizá por ello, su vínculo amenaza con disolverse bastante a menudo. La
dualidad que se establece entre los dos personajes (la naturaleza de Quell
frente a la cultura de Dodd) viene reforzada por el juego de dualidades que
visualmente establece la película de continuo: el mar frente a la tierra firme,
las paredes frente a los horizontes despejados.
Y además está el extraño fluir de la
historia, el caprichoso encadenamiento de las secuencias. La elipsis es una
figura narrativa fundamental (transcurren cinco años en los quince primeros
minutos de la película, desde el fin de la guerra hasta que maestro y discípulo
se conocen), una elipsis que a veces se presenta como la consecuencia de los
agujeros en la memoria producto del alcoholismo. Algunas escenas pueden ser
ensoñaciones, aunque nunca estemos demasiado seguros. En todo caso, el tono
onírico viene dado por la combinación de la nitidez de la imagen con la
escurridiza relación de causa y efecto entre las secuencias de la narración.
Las acciones quedan interrumpidas después de ser formuladas, los hechos son muchas
veces meramente sugeridos. Gran parte de la trama se desarrolla en la
trastienda de los discursos, en situaciones de reposo o espera. La época
aparece retratada de la misma manera, como una serie de detalles que apuntan a
un mundo mucho más amplio, situado fuera de la pantalla. La mejor muestra de
eso es la secuencia en que Freddie sigue con la mirada a una modelo en unos
lujosos grandes almacenes, una panorámica de esplendor capitalista que nos
recuerda la existencia del mundo de clase media que solían retratar los
melodramas del momento. The Master es un drama narrado de manera
impresionista sobre la relación entre dos hombres, una relación de maestro y
discípulo en la que el alumno tiene más cosas que aprender acerca de la
naturaleza del carisma que sobre cualquiera de las doctrinas del líder.
Aunque
decepcione a quienes esperen épica histórica o la denuncia de ciertos cultos
personales, The Master confirma que Paul Thomas Anderson juega en una liga
de un solo hombre en el cine norteamericano contemporáneo. Películas de esta
ambición, tanto temática como cinematográfica desaparecieron hace mucho tiempo
del horizonte, incluso del cine más independiente. El director parece contemporáneo
en espíritu de los directores de la década de los sesenta o setenta, que no
tenían miedo de hacer películas que dividiesen al público porque la
confrontación podía ser un poderoso medio de expresión. Aun así, y a pesar de
estar ambientada a mediados despasado siglo, pocas películas actuales tienen
una resonancia tan contemporánea, parecen formar parte de manera tan directa de
la época en que vivimos, un momento en que la esfera social está dominada cada
vez más por diversas formas de personalidades carismáticas.