DIR: EDGAR REITZ
INT: JAN DIETER SCHNEIDER, ANTONIA BILL, MAXIMILIAN SCHEIDT, MARITA BREUER
ALEMANIA, 2013, 235'
Heimat es una de las grandes obras televisivas europeas. A través de tres entregas, emitidas respectivamente en 1984, 1992 y 2004, se desarrolla la vida del pequeño pueblo ficticio de Schabbach, situado en la cordillera de Hunsrück. Durante más de cincuenta horas de televisión, la serie recorre todo el siglo XX alemán a través de las vivencias de la familia Simon, cuyos conflictos y dramas se extienden y se anudan a la manera de una caudalosa novela río decimonónica. Siendo la historia alemana la que es, resultaba inevitable que Heimat fuera acogida con cierta polémica, una polémica que se encuentra ya en el mismo título. Heimat significa patria, algo que invita a ver la serie como una exploración de la identidad nacional alemana y no como una muestra más de melodrama rural de corte realista. Además, parece hacer algún tipo de referencia al género conocido como Heimatfilm, un ciclo de películas caracterizadas por el idealismo rural y el simplismo moral con las que los alemanes se lamieron las heridas tras la derrota en la segunda guerra mundial. Las Heimatfilm proponían una Alemania idílica y pastoril, racialmente homogénea. Un edén de pureza en las montañas al que no llegaban los sucios conflictos urbanos que terminaron en la tragedia de la guerra.
¿Es la referencia a las Heimatfilm un apunte irónico o pretende Edgar Reitz revivir la identidad nacional apoyándola en una idealización de la vida rural? La polémica acompañó a Heimat desde su estreno y en cada una de sus sucesivas entregas. A mediados de los años ochenta, Thimothy Garton Ash escribía en The New York Review of Books “Cuando se muestran los años treinta como una edad dorada de prosperidad en el campo alemán, cuando se muestra a los alemanes como víctimas de la guerra, es inevitable preguntarse ¿Qué hay del otro bando? ¿Qué hay de Auschwitz? ¿Dónde está el juicio moral del director? (…) Esta es una película acerca de lo que los alemanes recuerdan. Algunas cosas las recuerdan a todo color. Algunas en sepia. Otras prefieren olvidarlas. La memoria es selectiva. La memoria es parcial. La memoria es inmoral.” Heimat es melodramática sin llegar a ser sentimental, y en su exaltación del vínculo con la naturaleza, del sentido de la comunidad rural y de un sentido casi místico de la individualidad resulta decididamente romántica, en el sentido de ese romanticismo que se convirtió en la filosofía nacional de Alemania a lo largo del siglo XIX. Pero como advierte Rüdiger Safranski “El romanticismo triunfa sobre el sentido de realidad. Es bueno para la poesía y malo para la política”
Edgar Reitz nos introduce en un pequeño pueblo alemán a mediados del siglo XIX |
La película se centra en la vida de dos hermanos, Jacob y Gustav Simon, antepasados de los Simon que protagonizan las tres entregas anteriores de la serie. Son los hijos del herrero de Schabbach, y no podrían ser más diferentes. Jacob, soñador, prefiere perderse en los libros sobre tierras lejanas y en los bosque que rodean el pequeño pueblo, estimulando su imaginación con historias de ciudades en la selva y dialectos indígenas y con las figuras entrevistas a través de las ramas de los árboles, bajo el resplandor de la luna llena. Él será nuestro principal guía en este mundo, gracias a la narración que nos aportará a través de las páginas de su diario. Su hermano Gustav vuelve a Schabbach tras servir en el ejército prusiano y pretende ocuparse de la herrería junto a su padre. Es práctico, directo, rudo, supone un nítido contraste con respecto al delicado y reservado Jacob. La posibilidad de la emigración aparecerá ante los dos hermanos de una manera completamente diferente. Para Jacob es una visión cercana al sueño en la que encuentra la promesa de aventuras y deslumbramientos, la posibilidad de huir lejos de la insatisfactoria vida de su pueblo. Para Gustav, la inmigración es una salida desesperada ante la pobreza y las duras condiciones de vida de su tierra, una salida que se presenta repleta de decisiones difíciles y de grandes esfuerzos para él y para su familia.
Jacob Simon, un muchacho soñador y sentimental
Las caravanas de carromatos comienzan a ser parte habitual de las Hunsrück |
Continuando con la estética de recreación de la memoria que caracteriza a la serie, La nueva tierra está rodada en blanco y negro, el blanco y negro de los grabados y la fotografía decimonónica, un blanco y negro en el que irrumpen destellos de color que rompen el realismo de la narración y nos señalan un mundo subjetivo y fantástico, un mundo que presenta las huellas de la imaginación romántica. Es el fulgor de un cometa que convoca la presencia de lo sobrenatural y el asombro científico, es el filtro ambarino de una piedra preciosa que parece cambiar la realidad de quien se la pone ante los ojos, es el destello azulado de una vela sobre las paredes entre las que la mente de Jacob se halla poseída por la imaginación creadora. La capacidad inmersiva de la película se ve potenciada por el uso constante de la steadicam, que se mueve de manera ágil y fluida por los escenarios, entre los personajes, introduciéndonos en medio de sus vidas, en la agitación de los bailes populares o en la melancolía de los preparativos de la marcha a tierras lejanas. El estilo de Reitz es sencillo y directo, potencia la agilidad narrativa antes que la contemplación estética y no puede ocultar sus orígenes televisivos, si bien la manera envolvente con la que Reitz relaciona las peripecias personales con la historia colectiva tiene huellas de la novela realista que, editada por entregas, comenzaba a hacer furor en la misma época que nos muestra la película. El equilibrio entre la intención realista y la irrupción ocasional de elementos románticos dota a La nueva tierra de un tono especial y único, en el que la atmósfera de la época se captura a través tanto de sus condiciones sociales como de los usos de la imaginación.