lunes, 5 de noviembre de 2012

Looper



T.O: Looper


Dir: Rian Johnson


Int: Bruce Willis, Joseph Gordon-Levitt, Emily Blunt


EEUU, 2012, 119'












El cine de género se parece hoy día a una baraja de cartas, una serie de elementos más o menos predeterminados cuya capacidad de sorpresa depende a menudo de la combinación inesperada de los mismos. Siempre hay algún comodín, alguna carta de valor indeterminado, pero desde siempre la repetición ha sido un recurso más característico que la innovación o la experimentación. Looper es una cinta de ciencia ficción (subgénero viajes en el tiempo) con toque noir; un combinado que a Rian Johnson le debió de resultar pan comido después de debutar con una película (Brick, 2005) que mezclaba las convenciones del cine negro con las de la película de institutos. 
            Estamos en Kansas, en el año 2044. Los viajes en el tiempo aún no se han inventado, pero lo harán en una pocas décadas. En ese momento, se prohibirán terminantemente, pero el crimen organizado les encontrará una utilidad: deshacerse de las personas indeseables enviándolas al pasado, donde un asesino contratado para ello las eliminará inmediatamente. Un método eficaz y limpio, aunque hay un problema: no se pueden dejar cabos sueltos. Así cualquier día uno de esos Loopers, como se conoce a estos asesinos a sueldo, terminará matando a su propio yo futuro, enviado especialmente para terminar el contrato. De pronto, los Loopers comienzan a preocuparse: esta temporada se están terminando demasiados contratos. Corren inquietantes rumores que llegan desde el futuro: un nuevo jefe, alguien a quien llaman el fundador, se ha hecho con el control del hampa y ha comenzado a eliminar uno tras otro a estos asesinos. 
Joseph Gordon-Levitt en plan noir
            Joe (Joseph Gordon-Levith) es uno de esos Loopers. Armado con un trabuco, espera a sus víctimas al borde de un campo de trigo. Cuando aparecen, el rostro cubierto por una tela y con las manos a la espalda, les dispara a bocajarro y luego se deshace del cuerpo. No es que sea un trabajo demasiado digno, pero se gana la vida. A él, en concreto, le permite llevar un estilo siglo XX, con chaqueta de cuero, corbata y un Mazda MX-5, lo que no está nada mal, sobre todo porque el futuro se cae a pedazos y uno tiene que ir esquivando vagabundos cuando conduce por las calles. Joe es un tipo reflexivo, uno de esos héroes ambiguos que proliferaron en el cine negro clásico, con cierta tendencia a la reflexión existencial. Busca la redención, darle un sentido a su vida, y anda algo enamorado de la prostituta de corazón de oro que interpreta Piper Perabo. Pero entonces aparece Bruce Willis, que, la versión treinta años mayor de Joe. Se escapa. Y eso es lo peor que le puede pasar a un Looper, porque como todo el mundo que haya visto alguna película de viajes en el tiempo sabe, podría provocar una paradoja espaciotemporal de consecuencias imprevisibles. 
Bruce Willis es un tipo de acción.
            Lo que sigue a continuación es una serie de giros argumentales de los que es mejor no decir demasiado en beneficio de los futuros espectadores. Si es posible anticipar que Johnson juega de manera original con las convenciones del género: el Joe que interpreta Gordon-Levitt proviene del film noir, en cambio el Joe de Bruce Willis es un héroe de acción, en consonancia con la imagen más popular del actor. En esos treinta años que los separan ha dejado de disparar trabucos a bocajarro y se ha visto obligado a trabajar de matón para la mafia asiática. Por ello, ha adquirido una notable experiencia en los tiroteos masivos y recela de la reflexividad y el sentimentalismo de su joven alter ego. De esta manera el director combina dos arquetipos en el mismo personaje. ¿O es que son personajes distintos? 



No hay demasiada química entre Joe joven y Joe viejo.  
            El argumento resulta algo complicado (aunque nada del otro mundo para cualquiera que haya llegado a la cuarta temporada de Fringe) ; la lógica de los viajes en el tiempo aporta su buena cantidad de paradojas y algún agujero argumental para quienes disfruten encontrando esa clase de cosas. Por todo ello, si Looper es un tour de force narrativo para su guionista-director, también lo es para el espectador: el disfrute de esta película consiste en ir construyendo el mundo que nos presenta, un mundo que se irá reconfigurando a menudo a través de algunos giros argumentales, un mundo construido en parte con materiales de otras películas y con elementos de cosecha propia. El reconocimiento de los géneros y el anticipo de los patrones narrativos y las variaciones sobre estos hacen que Looper sea uno de esos puzzles narrativos que exigen la participación del espectador. 
            Como en toda buena propuesta de ciencia ficción, hay espacio en los márgenes de la historia para interrogantes filosóficos (el papel del destino, la volubilidad del carácter); también  sociales (al parecer las desigualdades no van a hacer más que aumentar, y el crimen de poca monta será una opción fantástica para los jóvenes de dentro de unos años). Pero el principal atractivo de Looper es disfrutar de la narración pura y sorprendente, en la que Rian Johnson deja los malabarismos de estilo que había convertido sus anteriores películas en ejercicios algo forzados para ajustar la puesta en imágenes a la historia. Looper es un ejemplo perfecto de cine de género,  una película que no pretende ser la más espectacular ni la más ruidosa, sino ceñirse a unos elementos determinados y conjugarlos con talento. Ese tipo de cine del que se dice que Hollywood ya no hace más.