domingo, 7 de octubre de 2012

Martes, después de Navidad

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T.O:  Marti, dupa craciun


Dir: Radu Muntean


Int: Mimi Branescu, Mirela Oprisor, Maria Popistasu


Rumania, 2010, 99'









El cine rumano se ha hecho un hueco en las carteleras y los festivales de cine durante los últimos años con un ciclo de películas de estilo minimalista, ritmo lento y observacional,  tono crítico centrado a menudo en las huellas de la etapa comunista, y, por encima de todo ello, un humor negro muy peculiar, bastante sutil y que resulta esencial entender para disfrutar de este peculiar subgénero. Películas como 4 meses, 3 semanas, 2 días (2007) de Cristian Mungiu, Policial, adjetivo (2009) de Corneliu Porumboiu o la cinta que comenzó esta tendencia, La muerte del señor Lazarescu, (2005) de Cristi Puiu comparten ese estilo característico, dominado por los tiempos muertos y el feísmo de la ambientación. El nuevo cine rumano es un gusto adquirido, y para divertirse con sus propuestas hay que saber sumergirse en la intrascendencia de sus argumentos y el aspecto cochambroso de sus escenarios para detectar el absurdo que se esconde en sus planteamientos.
Martes, después de navidad, de Radu Muntean, no tiene un trasfondo social muy determinado, sino que se trata de una película que podría ocurrir en cualquier parte. Paul (Mimi Branescu) tiene una relación bastante fogosa con su amante Raluca (Maria Popistasu) y un matrimonio que se desliza por la pendiente de la rutina con Adriana (Mirela Oprisor), la madre de su hija de diez años. Son bastante dudosas las razones por las que una chica como Raluca se pueda sentir atraída por Paul: es poco carismático y desde luego no se mantiene en forma. Quizá se trate de la niña: al fin y al cabo la pareja se conoce porque Raluca es la dentista de la pequeña. Cuando Adriana aparece por sorpresa en una de las consultas de la niña se intensifica el drama. Muntean alarga la visita al dentista en un plano de varios minutos en el que, mientras la familia debate sobre la conveniencia o no de ponerle un corrector dental a la pequeña, podremos ver, si estamos lo suficientemente atentos, cómo la joven dentista se derrumba emocionalmente bajo la apariencia de corrección profesional de su comportamiento. La consecuencia de todo esto es que Paul tendrá que elegir entre una de las dos mujeres.
El ocultar la tensón dramática tras una cotidianeidad aparentemente intrascendente es una de las características del estilo, otra es la distancia desde la que se observa a los personajes, una distancia que despoja al argumento de casi cualquier dramatismo y lo convierte en algo banal. Ahí es donde surge el peculiar humor negro: los personajes puede que estén viviendo su drama de desengaño o su historia de amor romántica, pero para los espectadores todo esto no es más que una serie vulgar de malentendidos. Paul puede pensar que su romance con Raluca le aporta algo diferente a su vida de casado, pero irse a vivir con ella supondrá ponerse a discutir cómo meter su ropa en el armario. Y Adriana, mientras tanto, se corta el pelo y se vuelve a poner guapa aprovechando es de nuevo soltera, con lo que Paul únicamente ha cambiado una rutina por otra, y la libertad está como siempre, en otra parte. Una visión irónica del amor en una comedia decididamente antirromántica.