T.O: Marti, dupa craciun
Dir: Radu Muntean
Int: Mimi Branescu, Mirela Oprisor, Maria Popistasu
Rumania, 2010, 99'
El cine rumano se ha hecho un
hueco en las carteleras y los festivales de cine durante los últimos años con
un ciclo de películas de estilo minimalista, ritmo lento y observacional, tono crítico centrado a menudo en las
huellas de la etapa comunista, y, por encima de todo ello, un humor negro muy
peculiar, bastante sutil y que resulta esencial entender para disfrutar de este
peculiar subgénero. Películas como 4
meses, 3 semanas, 2 días (2007) de Cristian Mungiu, Policial, adjetivo (2009) de Corneliu Porumboiu o la cinta que
comenzó esta tendencia, La muerte del
señor Lazarescu, (2005) de Cristi Puiu comparten ese estilo característico,
dominado por los tiempos muertos y el feísmo de la ambientación. El nuevo cine
rumano es un gusto adquirido, y para divertirse con sus propuestas hay que
saber sumergirse en la intrascendencia de sus argumentos y el aspecto
cochambroso de sus escenarios para detectar el absurdo que se esconde en sus
planteamientos.
Martes, después de navidad, de Radu Muntean, no tiene un trasfondo
social muy determinado, sino que se trata de una película que podría ocurrir en
cualquier parte. Paul (Mimi Branescu) tiene una relación bastante fogosa con su
amante Raluca (Maria Popistasu) y un matrimonio que se desliza por la pendiente
de la rutina con Adriana (Mirela Oprisor), la madre de su hija de diez años.
Son bastante dudosas las razones por las que una chica como Raluca se pueda
sentir atraída por Paul: es poco carismático y desde luego no se mantiene en
forma. Quizá se trate de la niña: al fin y al cabo la pareja se conoce porque Raluca
es la dentista de la pequeña. Cuando Adriana aparece por sorpresa en una de las
consultas de la niña se intensifica el drama. Muntean alarga la visita al
dentista en un plano de varios minutos en el que, mientras la familia debate
sobre la conveniencia o no de ponerle un corrector dental a la pequeña,
podremos ver, si estamos lo suficientemente atentos, cómo la joven dentista se
derrumba emocionalmente bajo la apariencia de corrección profesional de su
comportamiento. La consecuencia de todo esto es que Paul tendrá que elegir
entre una de las dos mujeres.
El ocultar la tensón dramática
tras una cotidianeidad aparentemente intrascendente es una de las
características del estilo, otra es la distancia desde la que se observa a los
personajes, una distancia que despoja al argumento de casi cualquier dramatismo
y lo convierte en algo banal. Ahí es donde surge el peculiar humor negro: los
personajes puede que estén viviendo su drama de desengaño o su historia de amor
romántica, pero para los espectadores todo esto no es más que una serie vulgar
de malentendidos. Paul puede pensar que su romance con Raluca le aporta algo
diferente a su vida de casado, pero irse a vivir con ella supondrá ponerse a
discutir cómo meter su ropa en el armario. Y Adriana, mientras tanto, se corta
el pelo y se vuelve a poner guapa aprovechando es de nuevo soltera, con lo que
Paul únicamente ha cambiado una rutina por otra, y la libertad está como
siempre, en otra parte. Una visión irónica del amor en una comedia
decididamente antirromántica.