Dir: Pablo Berger
Int: Maribel Verdú, Daniel Giménez Cacho, Pere Ponce, Jose María Pou, Macarena García, Ángela Molina, Inma Cuesta, Sofía Oría.
España, 2012, 108'
Un torero de éxito, Manuel Villalta (Daniel Giménez Cacho)
se acerca al tendido para brindar el último toro de la tarde. Se dirige a su
mujer, Carmen de Triana, célebre cantante de coplas, generosamente embarazada.
“Brindo por ti y por el hijo que esperamos”, leemos en el intertítulo que
aparece mientras Villalta gesticula alzando su montera. El torero lanza la
montera a su amada, pero esta cae al suelo sin llegar a sus manos. Es un
presagio, el público se estremece. El toro pasará por encima de Manuel,
dejándole impedido; Carmen morirá en el parto. La ingenuidad y la simplicidad
de esa secuencia marca el tono de la película, y la manera en que funciona es
un logro brillante: el regreso a un cine de simbología visual y sencillez
dramática. Blancanieves versión
Pablo Berger es un cuento en que la protagonista, la hija de Manuel y Carmen, se
dedica a la lidia rodeada de siete enanitos toreros. La madrastra malvada
(Maribel Verdú) es una enfermera casada con el torero por ambición, con
tendencias de dominatriz. Todo esto se desarrolla en una Andalucía imaginaria
durante los años veinte del siglo pasado, un lugar que parece sacado del cine
folclórico de la época con toques de la serie fotográfica España oculta, de
Cristina García Rodero.
El
cuento clásico de los hermanos Grimm se traslada al mismo tiempo al territorio
de la españolada y al del melodrama mudo de principios del siglo pasado. El estudioso
podrá señalar los elementos del estilo que recoge de diferentes películas: el
montaje paralelo a la manera de Griffith para hacer avanzar la narración; los tipaz de Eisenstein a la hora de
caracterizar a la figuración; los primeros planos extáticos de Maria Falconetti
en La pasión de Juana de Arco; o el folclorismo andaluz desarrollado por
Florian Rey o Benito Perojo. Todo esto no es únicamente la copia aplicada de estilos
desaparecidos: estos recursos se combinan con naturalidad y hay bastantes elementos
contemporáneos: momentos agitados cámara en mano, y un veloz travelling
circular, por ejemplo.
Blancanieves, lista para la suerte suprema. |
A pesar de ser una película
profundamente visual (y musical), uno de los pilares que lo sostienen es el
guión. La historia avanza a un ritmo endiablado, sin pararse a explicar
demasiado las cosas una vez que el público las haya comprendido. Los
acontecimientos se suceden rápido: La clave para la narración es encontrar la
metáfora visual adecuada: la protagonista tiñendo de negro su traje de primera
comunión tras la muerte de su abuela; o la revista Lecturas, en vez de un
espejo mágico, proclamando quien es la más bella del lugar. Berger recurre en
muchas ocasiones a secuencias montadas en paralelo: el nacimiento de
Blancanieves (y la muerte de Carmen de Triana) se nos muestra junto a la
operación de su padre, en la que la futura madrastra hace su aparición y
desvela sus intenciones. Es una manera de establecer relaciones causa-efecto de
manera visual, también de crear conflicto dramático mediante el contraste de
situaciones. La película lo emplea continuamente, y es uno de los recursos
narrativos en desuso que Berger ha rescatado para la función.
La cuadrilla |
Todo el reparto se presta al juego con convicción, pero si hay una persona cuya presencia se eleva sobre la función, esta es Maribel Verdú. En parte, se debe a que su personaje preside la película moviendo los hilos de la trama, mientras que el resto de criaturas se dejan arrastrar más o menos por su destino. Es el privilegio que se concede a los villanos de los cuentos de hadas, especialmente cuando son mujeres. Verdú encarna a la malvada con convicción, disfrutando de la oportunidad de exhibir un glamour hace tiempo desaparecido y contrayendo sus gestos de una manera sutil, pero que nos hacen pensar que la maldad forma parte intrínseca de su rostro. La manera en que mastica un muslo de pollo haría que un público más ingenuo se apartase de ella si algún día se la cruzase por la calle.
Maribel Verdú, a lo Gloria Swanson. |
Blancanieves se une a un ciclo de películas recientes que se apoyan
en la nostalgia y huyen a menudo a un pasado idealizado, a veces con la excusa
de la magia del cine. “The
Artist”, de Michael Hazanavicius; “Medianoche en París”, de Woody Allen;
“Hugo”, de Martin Scorsese; también “El discurso del rey” de Tom Hooper o
“Caballo de batalla” de Steven Spielberg. Algunas de las películas más famosas de
los dos últimos años representan una huida a un pasado que se presenta no como
una versión atrasada del presente, más pobre y con menos libertad individual
(la filosofía de la historia por defecto de cualquier película de época) , sino
como un ayer más puro, inocente y donde los conflictos eran claros y sencillos.
Ello a pesar de que esas películas se desarrollan en épocas notablemente
complejas y difíciles. De una manera quizá involuntaria, todas esas películas
sugieren que el presente no es le mejor de los tiempos posibles.