T.O: 奇跡
Dir: Hirokazu Kore-eda
Int: Koki Maeda, Ohshiro Maeda, Nene Ohtsuka, Joe Odagiri, Kirin Kiki.
Japon, 2011, 126'
La nueva película de Hirokazu
Kore-eda es otra aportación al género del shomin-geki, como “Still Walking”,
una de sus mejores películas. En este caso, los conflictos familiares se
muestran a través de la perspectiva de los niños. Koichi, de doce años y Ryu de
nueve, son dos hermanos que se encuentran separados tras el divorcio de sus
padres. Koichi, más tranquilo y algo melancólico, vive con su madre y sus
abuelos en la ciudad de Kagoshima, bajo la constante lluvia de cenizas de un
volcán que ha decidido despertar
de su letargo. El impetuoso Ryu vive con su padre, un músico aficionado algo
irresponsable en la lejana Fukuoka. Un día, los chavales se enteran de que un
tren bala pronto unirá sus ciudades. Según una leyenda que quizá se hayan
inventado para la ocasión, cuando dos trenes bala se cruzan por primera vez se
puede pedir un milagro. Ryu y Koichi comenzarán entonces una conspiración para
encontrarse en el lugar en que se crucen los trenes y de esta manera lograr el
milagro de que sus padres se reconcilien y la familia vuelva a estar junta.
Kore-eda rueda con la cámara a un
metro y medio del suelo, para ponerse a la altura de sus protagonistas. Sus
raíces en el cine documental se notan en la manera de filmar a los niños: gran
parte del diálogo parece improvisado y la película adquiere entonces una gran
capacidad de observación, también mucha autenticidad en cuanto al
comportamiento de los niños: parece que los jóvenes actores tuvieron algo que
decir en cuanto a la forma de ser de sus personajes. Es cierto que eso
ralentiza bastante el ritmo: “Kiseki” es una película que se beneficiaría de
una mayor agilidad narrativa si tuviera un metraje bastante más corto. Pero a
cambio de ello, ganamos en detalle: cada personaje tiene su historia, desde el
abuelo que intenta volver a su oficio de pastelero hasta la niña que sueña con
ser actriz y lucha por mantener a raya la envidia que le produce una compañera
de clase que ya ha salido en televisión.
Como los pasteles del abuelo, la
película resulta algo dulce, pero no demasiado. Los niños son más ocurrentes y
resolutivos que los adultos, algo que ya ocurría en “Nadie sabe”(2004), pero no
pueden sustraerse a las dificultades de crecer en este principio de milenio.
Por las grietas de la historia se cuela una situación económica no demasiado
boyante, y las inseguridades emocionales que provoca. Además, los milagros no
existen. La madurez se gana con esfuerzo, asumiendo los límites de nuestras
posibilidades, eso es lo que los chicos descubrirán en su aventura. “Kiseki” no
es una película ingenua ni nostálgica, no añora la infancia como ningún paraíso
perdido, aunque no deja de sorprendernos con la extraña sabiduría de la inocencia
y la curiosa fascinación japonesa por los ferrocarriles.