Dir: Wes Anderson
Int: Jared Gilman, Kara Hayward,Edward Norton, Bruce Willis, Bill Murray, Frances McDormand, Jason Schwarzman
EEUU, 2012, 94'
Si las películas de Wes Anderson
siempre se han desarrollado en ambientes cerrados y cuidadosamente construidos,
Moonrise Kingdom avanza aún más en esa dirección. La presentación de la
película recorre en decorado del hogar de los Bishop (Bill Murray y Frances McDormand)
como si fuera una casa de muñecas, atravesando los suelos y los tabiques para
revelarnos el movimiento de los personajes, al ritmo de “The Young Person’s Guide to Orchestra”, de Benjamin Britten, unos movimientos coreografiados como si fueran un ballet
de marionetas. Parece como si después de rodar “El fantástico señor Fox” utilizando
técnicas de animación fotograma a fotograma, el director tejano hubiese
decidido emplear métodos de planificación tan estrictos en sus películas con
personajes de carne y hueso. La construcción de la puesta en escena es
cuidadosa y detallada. Las imágenes de la película son golosinas visuales cuyo
nivel de detalle nos invita a recorrerlas explorando cada detalle de la
ambientación. El sonido se distribuye en varias capas de música y efectos, en
las que la banda sonora de Alexandre Desplat se impone sobre un tapiz sonoro
del que forman parte las canciones populares de los años sesenta que escuchan
los personajes y los sonidos de la naturaleza que reclaman su protagonismo.
El escenario es una imaginaria
isla de Nueva Inglaterra, New Penzance, 25 kilómetros de punta a punta y ni una
carretera asfaltada. El momento es 1965, un 1965 también imaginario, el tiempo
de una infancia que nunca existió. Sam Shakusky (Jared Gilman), 12 años, se fuga del campamento Ivanhoe con su
uniforme de scout y todo tipo de parafernalia para desenvolverse en la
naturaleza. Suzy Bishop (Kara Hayward), otros doce años, le acompaña en la aventura, pertrechada
con un tocadiscos a pilas, una grabación de “Le temps de l’amour” de Françoise Hardy, seis libros de aventuras juveniles robados de la biblioteca local (
“prefiero las historias sobre chicas que tiene alguna clase de poder especial”
, aclara Suzy) y unos prismáticos, que le dan la sensación de tener ella misma
un poder especial, el poder de ver a distancia. Son niños y están enamorados.
Huyen para construirse su propio mundo, un lugar alejado de las decepciones que
asocian con la vida de los adultos. Sam es huérfano y ha tenido bastantes
problemas para adaptarse en diferentes familias de acogida. Suzy tiene cierta
tendencia a autolesionarse y acaba de descubrir que su madre lee a escondidas
libros sobre cómo tratar con niños problemáticos. Te envidio por ser huérfano,
los huérfanos vivís toda clase de aventuras, le dice Suzy a Sam. Te quiero,
pero no sabes lo que dices, le contesta Sam
Una de las composiciones simétricas típicas de Anderson |
Los niños se comportan como
adultos, o mejor dicho, como creen que deben ser los adultos. Los exploradores
del campamento Ivanhoe adoptan un aire marcial basado en cientos de horas de
televisión y cientos de películas bélicas y del oeste. El romance de Suzy y Sam
es la historia de amor de unos niños que adoptan los modelos que han aprendido
de las canciones y las películas. Los adultos detentan la autoridad y esa
sabiduría sobre la vida que distribuyen de manera caprichosa, pero no saben qué
hacer con ninguna de las dos cosas. El jefe Scout Ward (Edward Norton) no tiene
demasiada idea de cómo controlar a su tropa de preadolescentes; el matrimonio
de abogados Bishop, los padres de Suzy, se consumen en la incomunicación y el
tedio; y el capitan Sharp (Bruce
Willis) de la policía isleña es un tipo triste sin mucha capacidad resolutiva a la hora de imponer la ley y el
orden. La aventura de los niños, que pondrá patas arriba la isla cuando todo el
mundo se entere de la desaparición de los chavales, planteará una demanda
inasumible al mundo de los adultos: ¿Por qué la vida tiene que tomar la
pendiente de la decepción si la vida y la experiencia nos hacen supuestamente
más sabios y más fuertes?
El amor a los doce años |
Suzy y sam, por Adrian Tomine |
Si el cromatismo de caja de
lápices, el vestuario de función infantil y la propia ambientación de
campamento de verano nos conducen
hacia una inocencia nostálgica que a algunos les podrá parecer algo forzada, la
clave del estilo de Anderson está en la manera en que a pese a todo, el aire se
mueve por todos esos ambientes encerrados en sí mismos. El paso del tiempo y el
inevitable sentimiento de decepción que trae consigo se acaban filtrando entre
las escenas. No es casualidad de que la zona de la isla donde vive la familia
Bishop se llame Summer’s End (El final del verano), o que Anderson y Edward
Norton crearan su personaje con la idea de que pocos años después terminara en
Vietnam, la guerra que acabó con la ingenua visión del heroísmo bélico que los scouts de la
película pretenden emular. Todo en
Moonrise Kingdom está impregnado de la sensación de que la inocencia es
pasajera y el fin está cerca, el final del verano, el fin de la infancia.
Anderson rodó en 2001 “Los
Tenenbaums, una familia de genios” en la que los protagonistas llegaban a la
treintena enfrentándose a la decepción que les suponía no saber cómo cumplir
las esperanzas que habían despertado durante una infancia de niños prodigio. En
esa película, la tienda de campaña que aun conservaban en el ático de la
vivienda familiar es una especie de refugio seguro en un pasado idílico, pero
también una muestra más de la incapacidad de los personajes por afrontar el
presente, la realidad. Aquí, la
tienda de campaña es aún el espacio de la libertad, el lugar donde aún todo es
posible. Quizá porque cuando uno descubre que está enamorado por primera vez
siente, durante los momentos en que perdura la sensación de descubrimiento, la
sensación de tener alguna especie de poder especial.
P.D: El supervisor musical de la película Randall Poster ha elaborado varias playlists con la música que escuchan los habitantes de la isla de New Penzance. Es una selección de canciones populares de principios de los sesenta que contiene algunos clásicos y bastantes sorpresas.
P.D: El supervisor musical de la película Randall Poster ha elaborado varias playlists con la música que escuchan los habitantes de la isla de New Penzance. Es una selección de canciones populares de principios de los sesenta que contiene algunos clásicos y bastantes sorpresas.