domingo, 15 de agosto de 2010

The Girlfriend Experience

T.O: The Girlfriend Experience
Dir: Steven Soderbergh
Int: Sasha Grey, Chris Santos.
EEUU, 2009, 77'


Novia por una noche

Parece ser que en los últimos tiempos, algunas de las prostitutas de más alto nivel del distrito financiero de Manhattan se han especializado en el servicio conocido como “Girlfriend Experience”, algo así como “la experiencia de tener novia”. El asunto consiste en que la chica ofrezca los servicios de una novia por un día, que por supuesto no sólo incluyen sexo, sino ir al cine, salir a cenar o de compras, conversaciones sobre la marcha de los negocios y demás charla casual. Esto podría en principio parecer cierta humanización con respecto a los labores habituales de una prostituta, pero tal y como lo refleja Soderbergh en su nueva película, acaba siendo un paso más en la mercantilización de las relaciones humanas.


Chelsea (Sasha Grey) es una de las profesionales más reputadas del negocio. Llega a cobrar 2.000 dólares a la hora, y sus clientes son algunos de los hombres de negocios más adinerados de Manhattan. Cuida todos los aspectos de su trabajo, desde la ropa cuidadosamente escogida en algunas de las boutiques más elegantes, hasta los conceptos básicos de economía y finanzas que debe aprenderse para que su conversación resulte interesante a sus clientes. Su cuerpo es su propia empresa, y durante la película la veremos hacer gestiones para aumentar su volumen de negocio: desde montar su propia página de internet hasta acostarse con un crítico que escribirá una reseña sobre ella en una influyente web de contactos. Su novio, Chris (Chris Santos), un entrenador personal con quien comparte un lujoso apartamento, no siente celos de los hombres con los que se acuesta, aunque sí de la cantidad de dinero que gana.


Negocios y placer

Rodada por Soderbergh con la ligereza con la que se plantea sus proyectos off-Hollywood, “The Girlfriend Experience” es una película anclada en un aquí y ahora. El aquí es el Manhattan de la élite financiera; el ahora, es el momento inmediatamente posterior al estallido de la crisis financiera, cuando todos los informativos advertían que quizá lo peor de la crisis estaba aún por llegar. El despreocupado mundo del lujo se ve asaltado por una gélida ráfaga de incertidumbre que lo sacude hasta sus cimientos: las conversaciones adoptan un tono de nerviosismo que resulta extraño en lugares creados para exaltar el esplendor de la máxima riqueza, como si quienes los habitan no estuvieran demasiado seguros de que todo el edificio no hubiese comenzado ya a derrumbarse.



El director rueda como si le interesasen más los lugares que las personas. Los escenarios son restaurantes de lujo, habitaciones de hoteles de cinco estrellas, galerías de arte y tiendas de moda. Locales impersonales, casi intercambiables entre si. Soderbergh presta especial atención a las paredes de mármol pulido, y a los reflejos en los escaparates antes que a sus personajes, a los que deja constantemente en contraluz o fuera de foco. Como si fueran también intercambiables, meros objetos. El apartamento que comparten Chelsea y Chris tambien resulta igual de impersonal, como un hotel de lujo, y esa sensación se extiende también a su relación: después de convertir la intimidad en una mercancía, ninguno de los dos parece distinguir una relación personal de un mero intercambio económico.



“The Girlfriend Experience” puede verse como un retrato costumbrista de los habitantes del alto Manhattan, seres cuyas costumbres resultarán enormemente extrañas y deprimentes para la mayor parte de quienes no compartan su código postal; también como una visión entomológica, una especie de historia natural en la que sus criaturas acaban cayendo irremediablemente en sus propias trampas. La experiencia es fría y cerebral, como suele ser habitual en el director, pero también resulta audaz en cuanto explora los límites de las convenciones con que se suelen firmar esos ambientes.