jueves, 10 de mayo de 2007

Keane


Director: Lodge Kerrigan
Intérpretes: Damian Lewis, Abigail Breslin.
USA, 2004. 100’

Últimamente, se detecta en las pantallas de los festivales (y ocasionalmente en las de los cines), una cierta corriente entre conductista y trascendental, con claras reminiscencias bressonianas, que busca filmar la existencia de las Cosa en Sí para intentar captar la trascendencia de su propia realidad, por así decirlo. Debe ser una reacción a la pérdida de vigencia de los relatos clásicos, una vez puesta al descubierto toda su tramoya conceptual y su condicionamiento ideológico, pero este aspecto requiere una reflexión mas profunda, desde luego.

El caso es que este tipo de propuestas suelen caer en lo contrario de lo que pretenden, es decir, en la intrascendencia, en la nadería, mostrando la revelación de auténticas banalidades, como que la vida urbana es alienante, por ejemplo, cosa que sabe cualquiera que salga a menudo a la calle. Y es que hay que hilar muy fino manejando un estilo tan despojado, para alcanzar una verdadera expresividad con tan pocos discursos.

“Keane” se salva de la quema por la notoria ambigüedad con la que Lodge Kerrigan narra las andanzas de su protagonista, un vagabundo con problemas psiquiátricos que deambula por la estación de Port Autorithy de Nueva York buscando a su hija desaparecida, sin que en ningún momento estemos seguros de que la niña existe realmente, ni que intenciones tiene con la hija de una mujer divorciada y alcohólica de la que se hace amigo.

De esta manera, la película nos presenta un personaje cuya inocencia nos puede revelar un lado más oscuro, alguien de quien dudamos si considerar un ángel o un monstruo, aunque al final quizá lo que se nos está planteando es que ambas cosas sean idénticas.
Por la habilidad con la que Kerrigan plantea estas cuestione, y también por la excepcional interpretación de Damián Lewis en el papel protagonista, merece la pena prestarle atención a esta película.