¿Qué sería de la adolescencia sin música? Sin duda, una experiencia aun más difícil y complicada. Lógicamente, las películas para adolescentes cuidan especialmente su banda sonora. Últimamente, nuestras pantallas se han visto inundadas por romances y aventuras épicas basadas en bestsellers juveniles, y de manera algo sorprendente, estas cintas se han visto acompañadas por el repertorio de figuras de la música indie o alternativa. Desde que los vampiros de Crepúsculo bailaran en su ceremonia de graduación Flightless Bird, American Mouth, de Iron & Wine, grupos bien reseñados en Pitchfork como Arcade Fire, The National, Vampire Weekend o Florence + The Machine han aparecido en los discos (si no en las películas) de las sagas Crepúsculo o Los juegos del hambre. La última incorporación a esta tendencia es la nueva canción de la cantante sueca Lykke Li, No One Ever Loved. Lykke Li que no es extraña para el mundo del cine, puesto que ya había colaborado anteriormente con David Lynch.
The Fault in Our Stars, que en España se titulará Bajo la misma estrella, se basa en una novela de John Green bastante vendida en Estados Unidos. El argumento gira acerca de la primera (y muy probablemente, última) experiencia amorosa de dos jóvenes (Shailene Woodley y Ansel Elgort) que se conocen en un grupo de apoyo para enfermos de cáncer. Está claramente dirigida a esas personas que se definen como almas sensibles y ha recibido mejores críticas de las que suelen recibir estos productos, que vienen siendo considerados el nadir de la producción cinematográfica. La canción compuesta por Lykke Li (que podría formar parte perfectamente del último disco de la cantante, el extraordinario I Never Learn) es una balada desgarrada y gélida, de alta tensión emocional y superficie impenetrable, que conecta con muchas de las contradicciones de la adolescencia, especialmente referentes a los primeros amores (o últimos).