Dir: James Cameron
Int: Sam Worthington, Zoe Saldana, Sigourney Weaver, Stephen Lang, Wes Studi
EEUU, 2009, 165'
El nuevo mundo
En los viejos tiempos del cine de los grandes estudios, todo el mundo hablaba inglés, desde Julio César hasta los habitantes del planeta Altair-4. Hoy día, bueno, las cosas no son tan sencillas, quizá por eso los esfuerzos de Tom Cruise por interpretar en inglés al coronel alemán Claus von Stauffenberg en “Valkiria” (“Valkyrie”, Brian Singer, 2008) resulten bastante pasados de moda, sobre todo si lo comparamos con el desparpajo multilingüe de “Malditos bastardos” (“Inglorious basterds”, Quentin Tarantino, 2009). El cine de Hollywood ha descubierto esta última década la heterogeneidad del mundo y ha decidido expresarla en sus diferentes lenguas: Clint Eastwood rodó en japonés “Cartas de Iwo Jima” (“Letters from iwo Jima”, 2006); y, por su parte, Mel Gibson empleó el hebreo antiguo en “La pasión de Cristo” (“The Passion of the Christ, 2004) y el maya para “Apocalypto” (id, 2006). Ahora, para su última fantasía futurista ultraplanetaria, James Cameron ha decidido contratar a un equipo de lingüistas para crear de la nada un nuevo lenguaje extraterrestre para sus criaturas azules, los na’vis.
Este empleo de idiomas extraños es una muestra más de lo que David Bordwell, en su imprescindible libro sobre el cine que Hollywood está haciendo ahora mismo (How Hollywood tells it), llama “creación de mundos”: las películas ya no se conforman con tener una ambientación adecuada, sino que reproducen pequeños mundos en los que se desarrolla la historia, a través de capas y capas de detalle en los decorados, el atrezzo, el sonido, el vestuario e incluso las maneras de hablar de los personajes, en un conjunto imposible de abarcar por completo con un solo visionado. Dicho de otra manera: las películas ya no se crean para verse hacia delante, es decir, a medida que se desarrolla la trama y evolucionan los personajes, sino también transversalmente, extendiendo el entorno y la ambientación más allá de la utilidad narrativa y convirtiendo su descubrimiento en un fin en sí mismo. Esto ocurre en toda clase de películas, sean reconstrucciones de época o narraciones actuales, fantásticas o realistas.
Gran parte del placer del espectador de la última propuesta del cineasta canadiense consiste en descubrir el planeta Pandora, el hogar de la raza na’vi. Para ello, el equipo de Cameron no ha escatimado esfuerzos, y no sólo en lo que respecta a los lenguajes: han tenido que crear toda una flora y una fauna, por no hablar de los espectaculares paisajes. Está claro que las tres dimensiones añaden aún más capas de profundidad a la ambientación, y la hacen aún más envolvente, y no es extraño que sea ahora cuando se esté imponiendo esta técnica y no en los años cincuenta, cuando se inventó. Aunque los cineastas aún no han sabido sacar todo el partido expresivo al asunto, sobre todo en cine fotorrealista (que es lo que pretende “Avatar”, a pesar de tener un 60% de animación). Cameron dirige la película de la misma manera que lo haría con las dos dimensiones tradicionales, y la sensación de relieve se percibe de manera algo artificiosa, como si se tratase de varias capas planas en vez de auténticas tres dimensiones. Queda aún cierto trabajo para lograr una puesta en escena satisfactoria en 3D, por lo menos en cine de imagen real: en animación el recurso se emplea de manera plástica renunciando al realismo y utilizando los planos de profundidad de manera expresiva, como prueban “Los mundos de Coraline” (“Coraline”, Henry Selick, 2009) o “Up” (id, Pete Docter, 2009)
Por supuesto, estamos hablando del cine de atracciones de toda la vida, donde las tres dimensiones y la animación digital sustituyen a los elefantes de cartón piedra de “Intolerancia” (“Intolerance”, David Wark Griffith, 1916) o a los miles de figurantes de “Ben-Hur” (Id, William Wyler, 1959). El dispositivo visual de “Avatar” consiste en la articulación del punto de vista del espectador: mientras contemplamos como el terrícola Jack Sully (Sam Worthington) se asombra al recorrer el planeta Pandora, nosotros nos asombramos al descubrir el trabajo de los técnicos de Weta Digital dando vida a ese nuevo mundo.
Indios y vaqueros
A pesar del empleo de tecnología tan avanzada que se ha creado expresamente para esta película, narrativamente “Avatar” resulta bastante tradicional. En ese sentido, es un viejo western de indios buenos, como “Bailando con lobos” (“Dances with Wolves”, Kevin Costner, 1991) con criaturas azules en vez de indios pawnee. El protagonista es Jack Sully, un ex marine discapacitado que acepta formar parte de un experimento científico a través del cual se introducirá en la piel de un na´vi, habitante del planeta Pandora, con el fin estudiar científicamente ese planeta y sus criaturas. Al mismo tiempo, mantendrá informado al coronel Quaritch sobre las costumbres de tales criaturas. El coronel, interpretado por un pétreo Stephen Lang, está al mando de una misión militar encargada de hacer a un lado a los na´vis para explotar los recursos naturales de Pandora. Pero Sully conocerá a Neytiri (Zoe Saldana), una audaz na´vi que le enseñará las bellezas del planeta así como la cultura autóctona, y de la que Sully quedará invitablemente enamorado.
El resto de la trama es tan predecible como parece, y Cameron emplea las casi tres horas de metraje en una distribución casi matemática entre los momentos de desarrollo narrativo y los de contemplación espectacular. El director invoca a las viejas películas de ciencia-ficción con mensaje de los años 50 como inspiración, y “Avatar” no es que tenga mensaje, es que parece un catálogo de los temas más relevantes en la actualidad: la guerra de Irak (los responsables militares utilizan un discurso que remite a la retórica de la administración Bush); la ecología (se nos dice que el planeta tierra ha agotado sus recursos naturales y por ello ahora deben saquear Pandora); la realidad virtual (Sully cambia de identidad cada vez que se introduce en el cacharro que transporta su mente al cuerpo del na´vi).
Muchos analistas disfrutarán muchísimo con todas estas implicaciones; de momento, señalaremos que, como suele ser habitual, “Avatar” es más interesante temáticamente por sus contradicciones que por sus posturas más definidas; de esta manera, presenta dos puntos de fuga muy interesante. Primero, es obvio que toda la película resulta una crítica expresa de la política bélica de la administración Bush, pero para construir su fábula, Cameron ha sustituido el mundo islámico por unos inocentes indígenas ecologistas con una espiritualidad new age, lo que señala una vez más el desconcierto cultural norteamericano hacia esa parte del mundo en la que se hallan enfangados en una guerra sin final. Segundo, la utilización del arquetipo del western, concretamente esa clase de western donde los indios representan los valores civilizados frente al bárbaro colonizador blanco provoca la fantasmal reaparición del trauma fundacional de la nación más poderosa del mundo, el casi total exterminio de los nativos. Como si se quisiese recalcar esta idea, el lider na´vi está interpretado por el actor apache Wes Studi.