T.O: Myliang
Dir: Chang-dong Lee
Int: Do-yeon Jeon, Kang-ho Song
Corea del Sur, 2007, 150'
El cine surcoreano está viviendo una auténtica edad de oro, un momento extraordinario que trasciende las modas de los festivales de cine o el auge de uno o dos cineastas excepcionales. Como suele ocurrir en estos casos, se debe principalmente al desarrollo económico del país y a la consolidación de tres grandes grupos cinematográficos (SEG, CJ Entertainment, Orion) que han conseguido producir películas de éxito no solo en el mercado local sino en su área de influencia del este de Asia.
El resultado es una industria viva y audaz, capaz de producir no sólo blockbusters como Oldboy (Chan-Wook Park, 2003), The Host (Gwoemul. Joon-ho Bong, 2006) o The Good, the Bad, the Weird (Joheunnom nabbeunnom isanghannom, Ji-woon Kim, 2008), (Películas que por cierto, suponen todas ellas aire fresco y nuevos horizontes para el cine de género) sino que da cobijo a una amplia paleta de autores, desde los más populares (como los mencionados Chan-wook Park o Joon-jo Bong) hasta los más marginales como Sang-soo Hong , entre los que, por supuesto, se encuentran muchos puntos intermedios, como Ki-duk Kim, Sang-soo Im o el director que nos ocupa, Chang-dong Lee
Su caso es curioso, porque Lee gozaba de bastante prestigio como novelista antes de dedicarse al cine, primero como guionista y luego también como director. Además, entre 2003 y 2005 desempeñó el cargo de ministro de cultura en su país. En todo caso, los antecedentes literarios se notan en su manera de hacer cine: sus películas suelen ser largas y detalladas, con mucho espacio para que los personajes se desarrollen. “Secret Sunshine”, con sus 150 minutos, no es una excepción.
Pérdida y dolor
La película arranca cuando Shin-ae, una joven viuda con un hijo pequeño, decide comenzar una nueva vida en la pequeña ciudad de Milyang (de la que la cinta toma su título original), donde había nacido su marido. Durante la primera media hora, Lee efectúa un retrato no demasiado halagador de la ciudad coreana de provincias, con sus cotilleos y sus envidias mezquinas. Pero la trama gira completamente cuando el hijo de la protagonista es secuestrado y posteriormente asesinado. A partir de entonces se convierte en una observación conductista de las manifestaciones del dolor, y el director se apoya en la excelente interpretación de Do-yeon Jeon para presentarnos un catálogo de la desesperación, que incluye sucesivamente contención estoica, llanto desgarrado, automutilación punitiva y voracidad sexual desaforada.
Desde ese momento, “Secret Sunshine” sigue la estela de películas tan diferentes como “Azul” (“Tríos couleurs: Bleu”, Krzysztof Kieslowski, 1993) o “La habitación del hijo” (“La stanza del figlio”, Nanni Moretti, 2001): exploraciones de situaciones de extrema desesperación que hacen que sus protagonistas se cuestionen el sentido de la vida. Parece ser una tendencia en boga en la cultura de las últimas décadas, en las que hemos visto como las religiones y las ideologías se batían en retirada dejando al individuo más libre pero también más desarmado ante temas que le superan. Los protagonistas de estas películas tenían que resolver por sí mismos situaciones de las que unas décadas antes se habían ocupado los diversos sistemas de creencias.
Dramáticamente, “Secret sunshine” resulta una película desequilibrada, lo cual no pretende ser una descripción peyorativa. Se debate entre la descripción conductista de los procesos emocionales de la desesperanza, encarnados magistralmente por Do-yeon Jeon, y el cuestionamiento de las diversas alternativas filosóficas que se le presentan a la protagonista a la hora de reordenar el sentido de su mundo, desde la religión católica hasta el materialismo puro. Hay una tensión entre un cine de ideas y un cine como observación de los procesos físicos que no deja de resolverse durante toda la película, lo que puede provocar cierta indefinición de planteamientos en alguna escena, pero que en todo caso añade atractivo a la película.
¿Puede expresarse una realidad emocional solamente a través de un registro físico de los actos que provoca? ¿Hasta que punto es posible conciliar a través de las ideas los fenómenos físicos y los emocionales? “Secret sunshine” no resuelve ninguno de estos interrogantes, pero entre su tensión entre el mundo físico y las ideas filosóficas reside el valor de una propuesta en la que nunca podremos estar seguros de si los rayos de sol que menciona el título son meros fenómenos de la naturaleza o señales de esperanza.