domingo, 22 de agosto de 2010

Trailers: Black Swan, L'illusioniste, The Social Network

Black Swan
Las películas sobre ballet tienen algo especial, desde el clásico "Las zapatillas rojas" hasta la fantasmagoría sangrienta de "Suspiria". Una nueva muestra de este subgénero inagurará el próximo festival de Venecia: "Black Swan", lo nuevo de Darren Aronofski, el director de "Requiem por un sueño" y "El luchador". Promete moverse también en el terreno del suspense y el terror, y tiene un reparto espectacular, con Natalie Portman, Mila Kunis, Vincent Cassel y Winona Ryder.


L'Illusioniste
Siete años después del éxito de "Bienvenidos a Belleville", el animador francés Sylvain Chomet regresa al largometraje con "L'illusioniste", sobre un guión no rodado de Jacques Tati.


The Social Network
Uno de los proyectos de los que mas se ha estado hablando durante este año ha sido lo nuevo de David Fincher, quien cambia de registro y parte de un guión de Aaron Sorkin ("El ala oeste de la Casa Blanca") para narrar el origen de la popular web Facebook. Todas las miradas para los próximos Oscar están puestas en un reparto lleno de jóvenes y prometedores actores: Andrew Garfield, Rooney Mara, Jesse Eisenberg y el cantante Justin Timberlake.

domingo, 15 de agosto de 2010

The Girlfriend Experience

T.O: The Girlfriend Experience
Dir: Steven Soderbergh
Int: Sasha Grey, Chris Santos.
EEUU, 2009, 77'


Novia por una noche

Parece ser que en los últimos tiempos, algunas de las prostitutas de más alto nivel del distrito financiero de Manhattan se han especializado en el servicio conocido como “Girlfriend Experience”, algo así como “la experiencia de tener novia”. El asunto consiste en que la chica ofrezca los servicios de una novia por un día, que por supuesto no sólo incluyen sexo, sino ir al cine, salir a cenar o de compras, conversaciones sobre la marcha de los negocios y demás charla casual. Esto podría en principio parecer cierta humanización con respecto a los labores habituales de una prostituta, pero tal y como lo refleja Soderbergh en su nueva película, acaba siendo un paso más en la mercantilización de las relaciones humanas.


Chelsea (Sasha Grey) es una de las profesionales más reputadas del negocio. Llega a cobrar 2.000 dólares a la hora, y sus clientes son algunos de los hombres de negocios más adinerados de Manhattan. Cuida todos los aspectos de su trabajo, desde la ropa cuidadosamente escogida en algunas de las boutiques más elegantes, hasta los conceptos básicos de economía y finanzas que debe aprenderse para que su conversación resulte interesante a sus clientes. Su cuerpo es su propia empresa, y durante la película la veremos hacer gestiones para aumentar su volumen de negocio: desde montar su propia página de internet hasta acostarse con un crítico que escribirá una reseña sobre ella en una influyente web de contactos. Su novio, Chris (Chris Santos), un entrenador personal con quien comparte un lujoso apartamento, no siente celos de los hombres con los que se acuesta, aunque sí de la cantidad de dinero que gana.


Negocios y placer

Rodada por Soderbergh con la ligereza con la que se plantea sus proyectos off-Hollywood, “The Girlfriend Experience” es una película anclada en un aquí y ahora. El aquí es el Manhattan de la élite financiera; el ahora, es el momento inmediatamente posterior al estallido de la crisis financiera, cuando todos los informativos advertían que quizá lo peor de la crisis estaba aún por llegar. El despreocupado mundo del lujo se ve asaltado por una gélida ráfaga de incertidumbre que lo sacude hasta sus cimientos: las conversaciones adoptan un tono de nerviosismo que resulta extraño en lugares creados para exaltar el esplendor de la máxima riqueza, como si quienes los habitan no estuvieran demasiado seguros de que todo el edificio no hubiese comenzado ya a derrumbarse.



El director rueda como si le interesasen más los lugares que las personas. Los escenarios son restaurantes de lujo, habitaciones de hoteles de cinco estrellas, galerías de arte y tiendas de moda. Locales impersonales, casi intercambiables entre si. Soderbergh presta especial atención a las paredes de mármol pulido, y a los reflejos en los escaparates antes que a sus personajes, a los que deja constantemente en contraluz o fuera de foco. Como si fueran también intercambiables, meros objetos. El apartamento que comparten Chelsea y Chris tambien resulta igual de impersonal, como un hotel de lujo, y esa sensación se extiende también a su relación: después de convertir la intimidad en una mercancía, ninguno de los dos parece distinguir una relación personal de un mero intercambio económico.



“The Girlfriend Experience” puede verse como un retrato costumbrista de los habitantes del alto Manhattan, seres cuyas costumbres resultarán enormemente extrañas y deprimentes para la mayor parte de quienes no compartan su código postal; también como una visión entomológica, una especie de historia natural en la que sus criaturas acaban cayendo irremediablemente en sus propias trampas. La experiencia es fría y cerebral, como suele ser habitual en el director, pero también resulta audaz en cuanto explora los límites de las convenciones con que se suelen firmar esos ambientes.

domingo, 8 de agosto de 2010

Toy Story 3

T.O: Toy Story 3
Dir: Lee Unkrich
Animación.
EEUU, 2010, 103'


“A primera vista, una mercancía parece ser una cosa trivial, de comprensión inmediata. Su análisis demuestra que es un objeto endemoniado, rico en sutilezas metafísicas y reticencias teológicas.”

Karl Marx. El Capital.



El espíritu de las cosas

El concepto de fetichismo de la mercancía, que introdujo Marx en “El Capital”, fue una idea bastante pasada por alto en su época, más preocupada en la emancipación de la clase obrera por la revolución u otros medios; pero ha sido probablemente la parte de la obra marxista más analizada durante la segunda mitad del siglo veinte, dada su pertinencia con respecto a la sociedad de hiperconsumo desarrollada en el momento presente del capitalismo. Según Marx, la actividad productora le confiere a las mercancía no sólo unas capacidades prácticas y materiales (su valor de uso) sino también unas características inmateriales, psicológicas o espirituales. Los objetos, por tanto tendrían vida propia, independientemente de la voluntad de quienes los han creado. Esta idea no es, desde luego, moderna. La antropología ha demostrado que antes de la aparición de la moneda, las prácticas de intercambio de objetos se realizaban en función de las relaciones entre los “espíritus” de los objetos intercambiados.


Que esa idea esté en primera plana del discurso actual nos lo confirma la producción más reciente de Hollywood, que sigue siendo un extraordinario termómetro del zeitgeist occidental. Últimamente, los objetos están convergiéndose en los héroes de la película. Podemos argumentar para ello la conveniencia de las sinergias con la industria del juguete, pero el caso es que multitud de cachivaches infantiles y figuras de acción han tenido su propia película en los últimos años. “Transformers” o “G.I. Joe” son los ejemplos más conocidos, pero se dice que Hollywood prepara películas incluso sobre el Monopoly o el clásico Hundir La Flota. En esas películas, las figuras de acción reciben el tratamiento antropomorfizado y dramático que se supone se les confiere al jugar con ellas. En cambio, la saga de “Toy Story” es única dado que no sólo está protagonizada por objetos, sino que está narrada desde el punto de vista de la mercancía. La serie “Toy Story” , a través de sus tres entregas, propone lo que Marx insinuaba en su obra: Las mercancías relacionándose entre sí de manera secreta y oculta para sus propios dueños.



Los juguetes no son para siempre

Si algo se puede decir de Pixar es que no son partidarios de los caminos fáciles. Para la tercera parte de su film franquicia, realizada más de diez años después de su anterior secuela, lo más convencional sería mantener a sus personajes en un limbo temporal, dejando fuera de la película ese factor que no solemos encontrar en el cine de animación infantil: el paso del tiempo. Sin embargo, los responsables de la cinta han decidido que sus personajes envejezcan tanto como lo han hecho los espectadores desde la aparición de la anterior película: Andy, el niño protagonista, es ahora un adolescente que se dispone a comenzar la universidad. Sus tiempos de jugar con vaqueros y astronautas están ya muy lejanos. Esta maniobra logra una mayor implicación emocional por parte de quienes vieron la primera parte siendo niños, allá en 1997, y que ahora se encuentran, como Andy, entrando en la edad adulta. Por otra parte, tiñe de un tono crepuscular la nueva aventura (un tono que ya estaba presente en otras producciones de la compañía, como “Up” o “Cars”). El vaquero Woody y el astronauta Buzz se ven desprovistos de sus propiedades mágicas como juguetes, y se encuentran reducidos a cachivaches de plástico, destinados, en el mejor de los casos al desván, y en el peor, al vertedero.


Lo que sigue a continuación es una aventura existencial en la que los protagonistas lucharán por recuperar su razón de ser, esas “sutilezas metafísicas” que los convierten en algo más que plástico pintado. Las opciones van desde el purgatorio estoico del desván hasta el infierno nihilista de la planta de reciclado, incluyendo un paso intermedio por un paraíso (la guardería Sunnyside) que se revelará definitivamente engañoso, pero que servirá para que conozcamos al impagable villano de la función, un osito de peluche rosa llamado Lotso. La aventura es todo lo trepidante que se espera de una producción de estas característica, pero en sus márgenes, los juguetes animados no dejarán de reflexionar sobre su condición, y es curioso constatar como el guión no los ha antropomorfizado demasiado, elaborando una curiosa psicología de objeto, un ser cuyas máximas aspiraciones consisten en que alguien viva a través de él experiencias vicarias. En ese sentido, los personajes humanos de la función vuelven a ser meras comparsas, seres que paradójicamente se comportan más como mecanismos que hacen avanzar la trama que como personas de carne y hueso.



Herencias y tránsitos

Es inevitable observar una vez más el grado de perfección artesanal que ha alcanzado el cine de Pixar: desde la elaboración del guión (se percibe en cada línea los dos años y medio que estuvo perfeccionándolo el oscarizado Michael Arndt) hasta, por supuesto, todos los detalles de la animación. Es curioso que tal grado de atención al detalle y cuidado máximo de todos los aspectos de la película Hollywood sólo lo reserve para el cine de animación: sería curioso comprobar las alturas que podría alcanzar una película de cualquier otro género en la que sus responsables hubiesen volcado una artesanía tan minuciosa. Quizá conozcamos la respuesta cuando la factoría californiana desvele su primer proyecto en imagen fotográfica: una adaptación de la novela de aventuras “John Carter of Mars”, del creador de Tarzán, Edgar Rice Burroughs, que ha dirigido Andrew Stanton, responsable de “Buscando a Nemo” y “Wall-e”.


Volviendo al tema de la esencia espiritual de los objetos materiales, uno de las mayores sorpresas de la película consiste en que sus responsables no evitan visitar ese inevitable reverso tenebroso de la sociedad de consumo: el vertedero industrializado, aquí retratado como una inmensa extensión infernal donde los objetos, desembrujados, perdidas ya todas sus características simbólicas, se ven reducidos a su mera condición material. ¿Podrán nuestros amigos recuperar a tiempo sus esencias filosóficas antes de ser engullidos en el horno en el que se funden los plásticos? Aunque aquí si percibimos la antropomorfización de los juguetes: su concepción del tiempo es lineal, y su temor a la mortalidad, como consecuencia de ello, muy humano. Si hubieran apostado por una temporalidad más circular, podrían haber reflexionado sobre la esencia cíclica del plástico, un material capaz de adecuarse a múltiples formas y esencias, y la planta de reciclado tendría un carácter de espacio de tránsito y no de estación final. Pero eso sería otra fábula.