domingo, 23 de septiembre de 2007

Naturaleza muerta



T.O.:Sansia Haoren
Director: Jia Zhang-Ke
Intérpretes: Tao Zhao, Han Sanming
China, 2006, 108'


El chino Jia Zhang Ke es uno de los directores encumbrados últimamente a la categoría de imprescindibles del cine contemporáneo por la mayor parte de la inteligentsia cinematográfica mundial, que últimamente está por los tiempos muertos y los silencios.
Su cine se caracteriza por un tono marcadamente político, enfocado especialmente a la crítica de la imagen oficial, tanto la estandarización holliwoodiense como el nacionalismo épico de los hace unos años idolatrados directores de la quinta generación, con sus dagas voladoras y flores doradas.

Distancia e ironía
La principal arma de Jia para ello es la ironía, el distanciamiento con el que observa la realidad. A los protagonistas de “Unknown pleasures” (Ren xiao yao, 2002), unos jóvenes con ínfulas rebeldes más o menos delictivas, les hubiera gustado que sus andanzas estuviesen filmadas con el brío y la energía de un Tony Scott o de un John Woo (por citar a un compatriota), en vez de eso, la cámara se mantiene alejada y generalmente inmóvil, para no perderse ningún detalle del poco alentador ambiente en el que viven, y rehúsa cualquier tentativa de identificación, manteniendo una distancia neutra desde la que se permite contemplar a los protagonistas con cierta sorna. Jia se centra en los momentos intrascendentes y se esmera en captar en sus rostros el aburrimiento. De esta manera, los aspirantes a rebeldes quedan reducidos simplemente a jóvenes aburridos y desubicados ante una china que se debate entre la fidelidad a sus tradiciones milenarias y las promesas del nuevo capitalismo, algunas de cuyas manifestaciones les parecen bastante excitantes, como por ejemplo, las películas de Tarantino.

En su película más reciente, “Naturaleza muerta” (Sanxia haoren, 2006), con la que ganó el Festival de Venecia del año pasado, el realizador enfoca su cámara hacia las obras de construcción de la presa de las tres gargantas, una de esas faraónicas obras de ingeniería civil con la que los países en vías de desarrollo intentan reivindicarse a menudo en el panorama internacional. A Jia debió de resultarle bastante atractivo que unas obras de construcción supusiesen, en realidad un enorme esfuerzo de demolición: más de 140 pueblos y ciudades han quedado sumergidos por las aguas, y casi dos millones de personas han tenido que ser desalojadas. La construcción de la presa es bastante sintomática del estado actual de la sociedad china, un país que como otros de la zona, duda dejarse seducir por las sirenas de la cultura occidental aún a costa de perder su personalidad. La peculiaridad china, a este respecto, es bastante notable, puesto que su apertura a un capitalismo cada vez más desenfrenado se ha llevado a cabo sin que el partido comunista deje el poder. Un poder, además totalmente centralizado, con lo que eso supone teniendo en cuenta la enorme extensión del territorio chino.

Paisaje y figuras
Jia Zhang Ke es, sobre todo, un paisajista. En sus películas, las composiciones se organizan en función del escenario, y los personajes figuran en ellas como si fueran en elemento más. En “The World” (Shijie, 2004), un parque temático a las afueras de Beijing donde el visitante puede recorres en escasas horas las principales maravillas del mundo (la torre Eiffel, el Tah-Mahal, las pirámides, etc) fielmente reproducidas a escala, funcionaba como escenario perfecto para poner en escena algunos de los interrogante provocados por ese fenómeno conocido como globalización. En “Naturaleza muerta”, la construcción de la presa ocupa una función similar: el propio lugar es en sí mismo un comentario sobre la china actual, y Jia se desplaza allí para intentar desentrañar sus paradojas. (Por desgracia, Jia no resulta tan gran retratista como paisajista, y sus personajes suelen tener la sempiterna inexpresividad que de un tiempo a esta parte se ha convertido en un cliché de profundidad y reflexión.)

Pero al contrario que esos cineastas ultramodernos que creen que basta con encender la cámara para que la verdad se revele por sí sola, Jia Zhang Ke es un aplicado explorador de la realidad, interesado en el aspecto más paradójico de ésta. La revelación, en su cine ocurre por el asombro ante lo imprevisible que ocurre en medio de la más absoluta cotidianeidad. O quizás sea esa cotidianeidad lo realmente imprevisible. El cine de Jia nos obliga a dudar de lo que consideramos habitual, de lo contrario, corremos el peligro de perder toda nuestra capacidad de asombro y asistir, como los protagonistas, absolutamente indiferentes, al vuelo de ovnis a edificios que despegan o al intento de un funambulista de cruzar el río Yang-Tse andando sobre un cable.

jueves, 6 de septiembre de 2007

"Death Proof"


Director: Quentin Tarantino.


Intérpretes: Kurt Russell, Rosario Dawson, Zoe Bell, Vanessa Ferlito, Tracey Horms.


EEUU, 2007, 114 min.
Si el fetichismo fuese tabú en nuestra cultura, “Death Proof”, la nueva película de Quentin Tarantino, sería lo más pornográfico que ha pasado por nuestras pantallas en muchos años: todo en ella obedece a la desviación del afecto hacia los objetos. Fetichismo automovilístico, fetichismo por los viejos discos de vinilo en una gramola vintage con los títulos de las canciones escritos a mano por el propio Tarantino, fetichismo por los pies femeninos, sensualmente mostrados ya desde la primera secuencia, y por último, lo mas importante: el fetichismo de la propia película como objeto físico, con sus rayas y suciedad, su condición de “copia frankenstein”, con una bobina en blanco y negro y otras con el color hiper-saturado, exhibiendo orgullosamente su condición de espectáculo de ínfima categoría.

La mitad del proyecto “Grindhouse” correspondiente al norteamericano es una revisión de un sub-sub-género típicamente norteamericano que floreció en los peores cines de sesión doble durante los años setenta: las películas de duelos al volante, como “Punto límite: cero” (“Vanishing Point”, Richard C. Sarafian, 1971, versión existencial) o “Los locos del Cannonball” (“Cannonball!” Paul Bartel, 1976, versión cafre). Por supuesto, Tarantino fagocita todos los tópicos del tema para elaborar una película que solo podría hacer él, esa especie de “collage pop” en el que parece haberse especializado tras “Kill Bill”. La película se centra en dos grupos de cuatro chicas cada uno que tienen un encuentro con Stuntman Mike, un psicópata armado con un coche “a prueba de muerte”, con el que se divierte estrellándose a 200 por hora contra sus víctimas.

Con la complicidad de un Kurt Russell dispuesto a reírse de si mismo, Tarantino crea un personaje opuesto a los míticos Snake Pillsen o Jack Burton que el actor interpretó a las órdenes de John Carpenter. El héroe macarra con chupa de cuero ha envejecido y se ha convertido en alguien que parece hecho a medida para ilustrar la palabra “rijoso”: ridículo con sus ínfulas de seductor y tipo duro mientras las chicas no dejan de mostrar su sensualidad naturalmente a su alrededor, y al que sólo le queda dar salida a sus pulsiones sexuales asesinando a chicas guapas con su Chevy Nova del 70. Pero con lo que no cuenta el bueno de Mike es que las chicas no sólo han comenzado a manejar los hilos en el terreno sexual; sino que también son capaces de derrotarle con sus mismas armas.

En el fondo, “Death Proof” es un cuento moral sobre el desconcierto masculino ante el cambio de los roles sexuales tradicionales, la caída de los atributos de la masculinidad, una película de coches, persecuciones y accidentes donde ellas tienen la última palabra. Todo ello al ritmo de una banda sonora tan espectacular como siempre, con el conocido talento de Tarantino para descubrir viejos temas que inexplicablemente no se convirtieron en clásicos. Como película de acción, “Death Proof” es tan sensual como una sinuosa y solitaria carretera de montaña.